Inauguramos hoy la sección de "PERSONAJES LERINESES".
En esta sección recordaremos a algunos lerineses que han dejado huella. Bueno, digo "recordaremos", pero en el caso de alguno de estos personajes se podría decir "conoceremos" porque realmente, con el paso del tiempo han quedado injustamente relegados al olvido e incluso al desconocimiento en su propio pueblo.
Pero en "LERÍN ES CAPITAL" queremos, en la medida de lo posible, intentar recordar y poner de nuevo en valor a algunos de estos personajes. Y este es el caso del lerinés que nos ocupa hoy, y del que María Rosario López Oscoz nos hace una magnífica semblanza biográfica.
Hoy hablamos de...
Hoy hablamos de...
PATRICIO ZEAORROTE
Patricio Zeaorrote (Zearrote, Cearrote, Zeaurrot) Macua, nace en Lerín (Navarra) el día 5 de diciembre del año 1779.
La familia que porta este complicado apellido, del que no hallamos consenso a la hora de escribir de modo unitario, está estrechamente ligada al ejercicio de la medicina. El padre de Patricio, de nombre Joaquín, era hijo de Agustín Zeaorrote y Diago y Josefa de Andia.
Agustín había nacido en Tudela y ese era también el lugar de origen de sus padres y abuelos, a pesar de no descartar, por una de las grafías del apellido –Zeaurrot-, que la procedencia primigenia fuera la Baja Navarra, ya que fue una constante en esa época que buen número de individuos de ese lugar se desplazaran a vivir a la Navarra de este lado de los Pirineos cuando aquel territorio pasa a manos galas.
Agustín, el abuelo de Patricio, fue médico en Arróniz (Navarra) y su nombre quedó perpetuado gracias a un exvoto que aún a día de hoy se puede ver en la basílica de la Virgen de Mendía de esa localidad.
Al parecer, este médico se vio aquejado de una enfermedad, mortal de necesidad, de la que curó de forma milagrosa. En este exvoto, representado en forma de cuadro, aparece la figura del médico acompañado de la siguiente leyenda:
El hecho de que se tratara de un médico, colectivo muy remiso a reconocer asuntos de estas características, le prestaba mayor credibilidad si cabe al suceso. Y para dejar constancia del hecho, ahí quedó el cuadro para los restos, ya que, a día de hoy, todavía puede verse en el interior de la basílica.
Don Agustín, que como decimos procedía de Tudela, se había casado con Josefa Andía y se establece en Arróniz donde ejercerá su profesión. Los hijos descendientes de este matrimonio: Blas Antonio, María Antonia, María Luisa, Francisca Manuela y Joaquín, nacieron todos en Arroniz. Por los antecedentes se deduce que Joaquín, el padre de Patricio, también sería médico, como lo fue también su padre, y todo nos lleva a pensar que estuvo destinado en la vecina localidad de Allo. Aquí se casó con una chica del lugar llamada Catalina Macua y Maestu, y aquí nacerán también una parte de los hijos: Francisca Buenaventura, Gerónima y, probablemente también Mariano. Poco después Joaquín pasará a asumir la titularidad como médico de Lerín a donde se traslada con su familia.
Como ya se ha dicho, en Lerín nacerá Patricio en el año 1779 y tres años más tarde, y en este mismo lugar, María Francisca. Posteriormente la familia aparece vinculada a la cercana Estella, por lo que es probable que Joaquín ejerciera también en la ciudad del Ega.
Sabemos que al menos Patricio y Mariano fueron médicos, siguiendo el rastro del padre y del abuelo y, probablemente también, de buena parte de sus antepasados.
Mariano se casó con una joven de Puente la Reina llamada Juana Conrada Echeverría Irisarri, sus tres primeros hijos nacieron en Estella: Bartolomé Francisco, en el año 1799 (más tarde, éste tendrá bastante que ver con su tío Patricio), María Catalina Dolores (1801) y Pedro Agustín (1803). Entendemos que al menos hasta este año de 1803 Mariano ejerció en Estella, pero enseguida pasó a Puente la Reina, y allí nacerán el resto de sus hijos: Joseph Mariano (1805), Inés (1807), Enrique (1808), Juan Pablo (1812), Francisco Ramón (1813), Ceferina (1815), Josefa (1817) y Bernabé (1819). Una amplia prole de once hijos de los que no sabemos cuántos de ellos sobrevivieron pero que le tuvo que hacer trabajar duro para sacarlos adelante. Por lo visto Mariano debió de formarse bien, ya que en el Boletín de Medicina Cirugía y Farmacia del año 1843 se puede ver que, además de médico, era profesor en esta disciplina y que trabajó en Sanidad Militar durante la primera guerra carlista.
Es cierto que la documentación sobre todos estos personajes es más bien escasa, pero sin embargo Patricio nos va a dejar explayarnos a gusto, gracias a los datos que nos facilitan algunas fuentes y, sobre todo, gracias a un valioso artículo titulado “Cartas de un médico bilbaíno del siglo XIX” escrito por Juan Gondra Rezola (Bilbao 1946), doctor en medicina y experto en la Historia de la Medicina del País Vasco.
Así sabemos que Patricio estudió en la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza y obtuvo el título de médico en el año 1804; de ahí pasó a París con objeto de completar su formación académica.
A su regreso ejercerá fugazmente su profesión en Estella (se refuerza así la hipótesis de que su padre pudo ser también médico de ésta) y después en Azpeitia. Aquí conoce a la que será su esposa, Antonia Josefa Zuloaga Odriozola, una rica heredera procedente del palacio de Bustinzuri.
Para el año 1809 ya tenemos a Patricio en Bilbao, contratado por el Ayuntamiento como médico titular de la ciudad, por un período de nueve años y con un salario anual de 5.500 reales.
A causa de su deontología y profesionalidad enseguida alcanzó gran renombre, y no solo en Bilbao, sino que su fama traspasó las fronteras de la ciudad. Dice el doctor Dronda que “su buen hacer le permitió conseguir una selecta clientela y su bonhomía le granjeó la amistad y cooperación de sus compañeros de profesión”, hasta el punto de que, junto con otros tres destacados profesionales médicos, José Gil y Caño, cirujano mayor, Francisco Asua, cirujano especialista en partos y Miguel Medina, médico municipal, consiguieron una actuación colegiada al servicio de la población durante el período de epidemias y guerras que se sucedieron mientras se construía el hospital de Atxuri.
En 1818 fue precisamente Zeaorrote, como médico de la Villa, el encargado de informar acerca de la construcción de este nuevo hospital sobre el antiguo de los Santos Juanes y colaboró posteriormente a dar a este hospital renombre y fama.
Estos cuatro especialistas citados fueron los que de algún modo contribuyeron a mejorar y modelar la calidad la medicina bilbaína en los momentos cruciales de la primera mitad del siglo XIX, en un intento de atajar el cólera y las consecuencias de las guerras carlistas.
El constante interés por conocer los últimos avances en medicina hacía que el doctor Zeaorrote, que además no tuvo hijos y gozaba de una situación económica desahogada, viajara periódicamente a París con objeto de ponerse al día sobre lo más novedoso. Volvía Patricio cargado de información y de revistas médicas, y todo lo compartía con sus compañeros de profesión.
Es en el año 1814 cuando decide derogar su contrato con el ayuntamiento de Bilbao para pasar a hacerse médico supernumerario, atendiendo allí su consulta particular. Vivía en el segundo piso del número 15 de la calle Correo, y desde allí atendía a su clientela. Atraídos por su fama, numerosos pacientes llegados de todo el País Vasco se acercaban a su consulta esperando ser atendidos por tan prestigioso galeno. Como nota curiosa decir que, en casos aislados, llegó incluso a despachar consulta por correspondencia, donde prescribía pautas y consejos médicos a seguir a través de las cartas. De este modo se han conservado al menos 22 de esas misivas dirigidas a uno de sus pacientes, Manuel José de Zavala, conde de Villafuertes. A través de estas cartas también es posible perfilar la actitud e impresiones que adoptó este médico ante la llegada del cólera morbo asiático, epidemia que asoló buena parte de las regiones españolas entre los años 1834-35 y de la que Bilbao tampoco se pudo librar.
Ya en el año 1830, y desde que se empezaran a conocer sus primeros efectos en Rusia, y se contagiara después Polonia e Inglaterra, don Patricio seguía con gran interés y preocupación todo lo que de ello se sabía. Se esforzó mucho investigando las pautas precisas a aplicar en caso de que la epidemia se presentara también en Bilbao. Dedicó mucho tiempo a estudiar en libros y revistas sobre lo que los prestigiosos expertos a nivel mundial tenían que decir al respecto. Al final concluyó que entre la comunidad científica no había una opinión clara y unánime sobre el modo de combatirla: “El tal cólera es un caos, una confusión, que atormenta las cabezas de los Médicos, mata a muchos, y pone espanto en todos. Pero ¡Que planes de curación tan diversos y aún encontrados!”.
Cuando la epidemia llegó a Bilbao redactó junto con sus colegas un informe colegiado para el Ayuntamiento sobre las medidas preventivas a tomar; sin embargo, en el momento álgido del brote (agosto de 1834), el doctor Zeaorrote se encontraba postrado en cama aquejado de un fuerte catarro. Será entonces su sobrino Bartolomé (Estella 1799-Bilbao 1862), uno de los hijos de su hermano Mariano que desde el año 1832 era médico asalariado del Ayuntamiento de Bilbao, quien se hará cargo de los pacientes de su tío mientras este se reponía. A pesar de esa contrariedad, don Patricio se mantuvo en todo momento asesorando a su sobrino y apoyando a sus colegas médicos.
El doctor Zeaorrote leyó aquí y allá e investigó con ahínco las causas, síntomas y desarrollo de tan terrible enfermedad, apoyándose en los dictámenes de los más famosos galenos de la época. Al final escribió decepcionado: “Vi en la Gaceta el anuncio de la obra de los Parisienses sobre el cólera. Más bien parece una historia necrológica comparativa entre Paris y los departamentos inmediatos que una lección terapéutica que enseñe a los Médicos a tratar esta enfermedad. ¿Quiere Ud. que le diga la verdad? Nada me enseñó la lectura, nada me aprovechó la experiencia de los otros, de nada me sirvió lo que nos dicen los libros, ni los periódicos, y, en esta ocasión, he visto que en Francia hay mucho charlatanismo, mucha facilidad de escribir y tan poca ciencia para combatir esta enfermedad como en todas partes. Mientras aquellos grandes profesores se ocupaban en explicar teóricamente los fenómenos de esta cruel enfermedad, ella marchaba en silencio haciendo víctimas y desprecio de sus raciocinios”. Y termina apuntando a tres grandes catedráticos médicos del momento: “Magundie, Barbier y Brussais han dado cada uno su explicación, pero ¡qué diferente! Y, ¿qué hemos sacado de esto? Nada. Veremos si esos señores profesores son más felices. Yo no lo espero. Ojalá me engañe”.
Apunta también los núcleos urbanos que más se vieron afectados alrededor suyo: “El cólera hizo estragos en Vizcaya, pero desplegó su furia principalmente en ésta (Bilbao), Durango, Bermeo y Lequeitio, si bien no ha perdonado ni aún a las aldeas más miserables”.
Queda pues muy clara su visión sobre el tema y reconoce que tras tanto estudio y tantos desvelos fue manifiesto y evidente lo poco que se sabía sobre esta bacteria y lo poco que se había podido hacer para atajarla.
Su esposa, Antonia Josefa, falleció el 9 de marzo del año 1834 en su casa de Bilbao pocos meses antes de llegar el cólera a la ciudad. Su defunción quedó inscrita en los archivos de la parroquia de San Nicolás de Bari por lo que allí se debió oficiar el funeral.
Tras la terrible pandemia, otro desastre no menos grave arrasó también Bilbao: la Primera Guerra Carlista. En junio del año 1835 tiene lugar lo que se denominó “El Sitio de Bilbao” por parte de las tropas carlistas. El Pretendiente Carlos María Isidro, ordena al general Zumalacárregui que tome la ciudad de Bilbao a pesar de que este piensa que no es una buena opción. La víspera de ese ataque, una bala perdida hiere de muerte al general en la pierna cuando se encontraba ya en las inmediaciones de la Basílica de Begoña a las puertas de Bilbao. Sin embargo, a pesar de producirse la baja de su mayor exponente, la contienda continuó lo que ocasionó que la guerra penetrara en toda su crudeza entre la población civil lo que generó abundantes bajas.
Sabemos que el doctor Zeaorrote era de ideología liberal moderada y no mantuvo ninguna clase de actividad política. En los primeros meses de guerra, y mientras duró el sitio, su ánimo se derrumbó hasta el punto de pedir al conde de Villafuertes (Manuel José de Zabala) que le ayudara para tratar de conseguir un puesto de médico en Madrid, pero, sin tiempo a que eso se produjera, fue apresado por los soldados carlistas.
Desterrado de Bilbao se le expropiaron las rentas de los bienes que poseía en Azpeitia y fue llevado prisionero a Guernica. Su casa en esa localidad, conocida como palacio de Bustinzuri, fue ocupada como residencia del Corregidor de Guipúzcoa. Cuando el médico quedó libre marchó a París en espera de la conclusión de la guerra. Durante ese tiempo se dedicó a hacer numerosos viajes por Europa.
Murió en Bilbao en el año 1850.
Del ejercicio de su profesión han quedado algunas de las habituales prescripciones que hacía a sus pacientes, como la idoneidad del ejercicio físico, las fajas de sujeción y calor para vientre y extremidades, y la toma de baños termales adecuados a cada enfermedad. Fruto de las investigaciones médicas que el doctor Zeaorrote hizo sobre este campo, lo dejó plasmado en un libro al que tituló: “Investigaciones analíticas y observaciones médicas sobre las aguas de Guesalda, comúnmente llamadas de Cestona” editado en Bilbao por Felipe Morales y Cia en el año 1822. En este libro, el doctor Zeaorrote da cumplida cuenta de las propiedades de las aguas termales de este manantial. Actualmente podemos encontrar este libro reeditado en el año 2011 por la editorial Nabu Press.
La impronta que este médico dejó en Bilbao, ha quedado también de algún modo reflejada en la novela titulada “El Médico Fiel”, escrita por el doctor Antonio Villanueva Edo; en ella el autor elige al doctor Zeaorrote como co-protagonista, y coloca la trama precisamente en los difíciles días de la llegada a Bilbao de la epidemia del cólera morbo y los inicios de la Primera Guerra Carlista.
Su sobrino Bartolomé Zeaorrote, que como sabemos también era médico en Bilbao, participó en esta guerra dentro del bando liberal, en la Primera Compañía de Auxiliares de la Milicia Nacional. Estando en dicha Compañía compuso un himno que dedicó a la mismísima reina Isabel. Rescatamos apenas la primera estrofa de dicho himno, al que puso música un compañero de Bartolomé y que corrió con profusión por toda la ciudad:
Como conclusión a esta pequeña biografía sobre tan prestigioso médico, nacido en Lerín, añadir apenas una mínima apreciación; estos pequeños pueblos han dado a lo largo de la historia importantes personajes que se fueron abriendo camino a base de mucho esfuerzo y que, sin embargo, en la mayor parte de los casos han quedado relegados al olvido. Que esta pequeña aportación contribuya a relanzarlo y poner en valor todo lo que significó para el progreso que nos ha colocado en el momento actual.
El orgullo que Lerín ha de sentir por haber dado a la ciudad de Bilbao un médico de estas características no ha de ser poco. La exquisita deontología que parece acompañar a este personaje en el ejercicio de su profesión, lo hace si cabe aún más merecedor de nuestro aprecio y reconocimiento. En el año en que se cumple el 240º aniversario de su nacimiento, sirva esta breve biografía como pequeño homenaje y recuerdo a su trayectoria.
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Artículo: Mª Rosario López Oscoz
Imágenes: Cuadro exvoto, gentileza ermitaños basílica Virgen de Mendía; grabado epidemia del cólera. París J. Rozes. bilbaopedia.info; portada libro de Patricio Zearrote en Amazon.es; portada libro: El Médico Fiel de Antonio Villanueva Edo. Roca Libros.
Fuentes: Familysearch.org
AZANZA LÓPEZ, José Javier. Arquitectura de coplillas y gozos. Santuarios marianos en Tierra Estella.
GONDRA REZOLA, Juan. Cartas de un médico bilbaíno del siglo XIX. P38 Bilbao 2016ko urtarrila OSASUN ZERBITZUAK/SERVICIOS DE SANIDAD
Raíces Españolas. Foros de genealogía. http://foros.hispagen.eu/index.php?topic=1431.0
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Patricio Zeaorrote (Zearrote, Cearrote, Zeaurrot) Macua, nace en Lerín (Navarra) el día 5 de diciembre del año 1779.
La familia que porta este complicado apellido, del que no hallamos consenso a la hora de escribir de modo unitario, está estrechamente ligada al ejercicio de la medicina. El padre de Patricio, de nombre Joaquín, era hijo de Agustín Zeaorrote y Diago y Josefa de Andia.
Agustín había nacido en Tudela y ese era también el lugar de origen de sus padres y abuelos, a pesar de no descartar, por una de las grafías del apellido –Zeaurrot-, que la procedencia primigenia fuera la Baja Navarra, ya que fue una constante en esa época que buen número de individuos de ese lugar se desplazaran a vivir a la Navarra de este lado de los Pirineos cuando aquel territorio pasa a manos galas.
Agustín, el abuelo de Patricio, fue médico en Arróniz (Navarra) y su nombre quedó perpetuado gracias a un exvoto que aún a día de hoy se puede ver en la basílica de la Virgen de Mendía de esa localidad.
Al parecer, este médico se vio aquejado de una enfermedad, mortal de necesidad, de la que curó de forma milagrosa. En este exvoto, representado en forma de cuadro, aparece la figura del médico acompañado de la siguiente leyenda:
“D. Agustin de Zeao
rrote, Medico de Arroniz
moribundo y desauciadº
d Volvulo, o, miserere
con repetidos Vomitos d
excrementos Fecales,
Imploro el auxilio d
la Madre d Dios de
Mendia, y estando
celebrandose en su
basílica misas por
su salud de Repen
te se hallo sano y
bueno, sucedió en
seis de Dicieme
de 1749”.
El hecho de que se tratara de un médico, colectivo muy remiso a reconocer asuntos de estas características, le prestaba mayor credibilidad si cabe al suceso. Y para dejar constancia del hecho, ahí quedó el cuadro para los restos, ya que, a día de hoy, todavía puede verse en el interior de la basílica.
Don Agustín, que como decimos procedía de Tudela, se había casado con Josefa Andía y se establece en Arróniz donde ejercerá su profesión. Los hijos descendientes de este matrimonio: Blas Antonio, María Antonia, María Luisa, Francisca Manuela y Joaquín, nacieron todos en Arroniz. Por los antecedentes se deduce que Joaquín, el padre de Patricio, también sería médico, como lo fue también su padre, y todo nos lleva a pensar que estuvo destinado en la vecina localidad de Allo. Aquí se casó con una chica del lugar llamada Catalina Macua y Maestu, y aquí nacerán también una parte de los hijos: Francisca Buenaventura, Gerónima y, probablemente también Mariano. Poco después Joaquín pasará a asumir la titularidad como médico de Lerín a donde se traslada con su familia.
Como ya se ha dicho, en Lerín nacerá Patricio en el año 1779 y tres años más tarde, y en este mismo lugar, María Francisca. Posteriormente la familia aparece vinculada a la cercana Estella, por lo que es probable que Joaquín ejerciera también en la ciudad del Ega.
Sabemos que al menos Patricio y Mariano fueron médicos, siguiendo el rastro del padre y del abuelo y, probablemente también, de buena parte de sus antepasados.
Mariano se casó con una joven de Puente la Reina llamada Juana Conrada Echeverría Irisarri, sus tres primeros hijos nacieron en Estella: Bartolomé Francisco, en el año 1799 (más tarde, éste tendrá bastante que ver con su tío Patricio), María Catalina Dolores (1801) y Pedro Agustín (1803). Entendemos que al menos hasta este año de 1803 Mariano ejerció en Estella, pero enseguida pasó a Puente la Reina, y allí nacerán el resto de sus hijos: Joseph Mariano (1805), Inés (1807), Enrique (1808), Juan Pablo (1812), Francisco Ramón (1813), Ceferina (1815), Josefa (1817) y Bernabé (1819). Una amplia prole de once hijos de los que no sabemos cuántos de ellos sobrevivieron pero que le tuvo que hacer trabajar duro para sacarlos adelante. Por lo visto Mariano debió de formarse bien, ya que en el Boletín de Medicina Cirugía y Farmacia del año 1843 se puede ver que, además de médico, era profesor en esta disciplina y que trabajó en Sanidad Militar durante la primera guerra carlista.
Es cierto que la documentación sobre todos estos personajes es más bien escasa, pero sin embargo Patricio nos va a dejar explayarnos a gusto, gracias a los datos que nos facilitan algunas fuentes y, sobre todo, gracias a un valioso artículo titulado “Cartas de un médico bilbaíno del siglo XIX” escrito por Juan Gondra Rezola (Bilbao 1946), doctor en medicina y experto en la Historia de la Medicina del País Vasco.
Así sabemos que Patricio estudió en la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza y obtuvo el título de médico en el año 1804; de ahí pasó a París con objeto de completar su formación académica.
A su regreso ejercerá fugazmente su profesión en Estella (se refuerza así la hipótesis de que su padre pudo ser también médico de ésta) y después en Azpeitia. Aquí conoce a la que será su esposa, Antonia Josefa Zuloaga Odriozola, una rica heredera procedente del palacio de Bustinzuri.
Para el año 1809 ya tenemos a Patricio en Bilbao, contratado por el Ayuntamiento como médico titular de la ciudad, por un período de nueve años y con un salario anual de 5.500 reales.
A causa de su deontología y profesionalidad enseguida alcanzó gran renombre, y no solo en Bilbao, sino que su fama traspasó las fronteras de la ciudad. Dice el doctor Dronda que “su buen hacer le permitió conseguir una selecta clientela y su bonhomía le granjeó la amistad y cooperación de sus compañeros de profesión”, hasta el punto de que, junto con otros tres destacados profesionales médicos, José Gil y Caño, cirujano mayor, Francisco Asua, cirujano especialista en partos y Miguel Medina, médico municipal, consiguieron una actuación colegiada al servicio de la población durante el período de epidemias y guerras que se sucedieron mientras se construía el hospital de Atxuri.
En 1818 fue precisamente Zeaorrote, como médico de la Villa, el encargado de informar acerca de la construcción de este nuevo hospital sobre el antiguo de los Santos Juanes y colaboró posteriormente a dar a este hospital renombre y fama.
Estos cuatro especialistas citados fueron los que de algún modo contribuyeron a mejorar y modelar la calidad la medicina bilbaína en los momentos cruciales de la primera mitad del siglo XIX, en un intento de atajar el cólera y las consecuencias de las guerras carlistas.
El constante interés por conocer los últimos avances en medicina hacía que el doctor Zeaorrote, que además no tuvo hijos y gozaba de una situación económica desahogada, viajara periódicamente a París con objeto de ponerse al día sobre lo más novedoso. Volvía Patricio cargado de información y de revistas médicas, y todo lo compartía con sus compañeros de profesión.
Es en el año 1814 cuando decide derogar su contrato con el ayuntamiento de Bilbao para pasar a hacerse médico supernumerario, atendiendo allí su consulta particular. Vivía en el segundo piso del número 15 de la calle Correo, y desde allí atendía a su clientela. Atraídos por su fama, numerosos pacientes llegados de todo el País Vasco se acercaban a su consulta esperando ser atendidos por tan prestigioso galeno. Como nota curiosa decir que, en casos aislados, llegó incluso a despachar consulta por correspondencia, donde prescribía pautas y consejos médicos a seguir a través de las cartas. De este modo se han conservado al menos 22 de esas misivas dirigidas a uno de sus pacientes, Manuel José de Zavala, conde de Villafuertes. A través de estas cartas también es posible perfilar la actitud e impresiones que adoptó este médico ante la llegada del cólera morbo asiático, epidemia que asoló buena parte de las regiones españolas entre los años 1834-35 y de la que Bilbao tampoco se pudo librar.
Ya en el año 1830, y desde que se empezaran a conocer sus primeros efectos en Rusia, y se contagiara después Polonia e Inglaterra, don Patricio seguía con gran interés y preocupación todo lo que de ello se sabía. Se esforzó mucho investigando las pautas precisas a aplicar en caso de que la epidemia se presentara también en Bilbao. Dedicó mucho tiempo a estudiar en libros y revistas sobre lo que los prestigiosos expertos a nivel mundial tenían que decir al respecto. Al final concluyó que entre la comunidad científica no había una opinión clara y unánime sobre el modo de combatirla: “El tal cólera es un caos, una confusión, que atormenta las cabezas de los Médicos, mata a muchos, y pone espanto en todos. Pero ¡Que planes de curación tan diversos y aún encontrados!”.
Cuando la epidemia llegó a Bilbao redactó junto con sus colegas un informe colegiado para el Ayuntamiento sobre las medidas preventivas a tomar; sin embargo, en el momento álgido del brote (agosto de 1834), el doctor Zeaorrote se encontraba postrado en cama aquejado de un fuerte catarro. Será entonces su sobrino Bartolomé (Estella 1799-Bilbao 1862), uno de los hijos de su hermano Mariano que desde el año 1832 era médico asalariado del Ayuntamiento de Bilbao, quien se hará cargo de los pacientes de su tío mientras este se reponía. A pesar de esa contrariedad, don Patricio se mantuvo en todo momento asesorando a su sobrino y apoyando a sus colegas médicos.
El doctor Zeaorrote leyó aquí y allá e investigó con ahínco las causas, síntomas y desarrollo de tan terrible enfermedad, apoyándose en los dictámenes de los más famosos galenos de la época. Al final escribió decepcionado: “Vi en la Gaceta el anuncio de la obra de los Parisienses sobre el cólera. Más bien parece una historia necrológica comparativa entre Paris y los departamentos inmediatos que una lección terapéutica que enseñe a los Médicos a tratar esta enfermedad. ¿Quiere Ud. que le diga la verdad? Nada me enseñó la lectura, nada me aprovechó la experiencia de los otros, de nada me sirvió lo que nos dicen los libros, ni los periódicos, y, en esta ocasión, he visto que en Francia hay mucho charlatanismo, mucha facilidad de escribir y tan poca ciencia para combatir esta enfermedad como en todas partes. Mientras aquellos grandes profesores se ocupaban en explicar teóricamente los fenómenos de esta cruel enfermedad, ella marchaba en silencio haciendo víctimas y desprecio de sus raciocinios”. Y termina apuntando a tres grandes catedráticos médicos del momento: “Magundie, Barbier y Brussais han dado cada uno su explicación, pero ¡qué diferente! Y, ¿qué hemos sacado de esto? Nada. Veremos si esos señores profesores son más felices. Yo no lo espero. Ojalá me engañe”.
Apunta también los núcleos urbanos que más se vieron afectados alrededor suyo: “El cólera hizo estragos en Vizcaya, pero desplegó su furia principalmente en ésta (Bilbao), Durango, Bermeo y Lequeitio, si bien no ha perdonado ni aún a las aldeas más miserables”.
Queda pues muy clara su visión sobre el tema y reconoce que tras tanto estudio y tantos desvelos fue manifiesto y evidente lo poco que se sabía sobre esta bacteria y lo poco que se había podido hacer para atajarla.
Su esposa, Antonia Josefa, falleció el 9 de marzo del año 1834 en su casa de Bilbao pocos meses antes de llegar el cólera a la ciudad. Su defunción quedó inscrita en los archivos de la parroquia de San Nicolás de Bari por lo que allí se debió oficiar el funeral.
Tras la terrible pandemia, otro desastre no menos grave arrasó también Bilbao: la Primera Guerra Carlista. En junio del año 1835 tiene lugar lo que se denominó “El Sitio de Bilbao” por parte de las tropas carlistas. El Pretendiente Carlos María Isidro, ordena al general Zumalacárregui que tome la ciudad de Bilbao a pesar de que este piensa que no es una buena opción. La víspera de ese ataque, una bala perdida hiere de muerte al general en la pierna cuando se encontraba ya en las inmediaciones de la Basílica de Begoña a las puertas de Bilbao. Sin embargo, a pesar de producirse la baja de su mayor exponente, la contienda continuó lo que ocasionó que la guerra penetrara en toda su crudeza entre la población civil lo que generó abundantes bajas.
Sabemos que el doctor Zeaorrote era de ideología liberal moderada y no mantuvo ninguna clase de actividad política. En los primeros meses de guerra, y mientras duró el sitio, su ánimo se derrumbó hasta el punto de pedir al conde de Villafuertes (Manuel José de Zabala) que le ayudara para tratar de conseguir un puesto de médico en Madrid, pero, sin tiempo a que eso se produjera, fue apresado por los soldados carlistas.
Desterrado de Bilbao se le expropiaron las rentas de los bienes que poseía en Azpeitia y fue llevado prisionero a Guernica. Su casa en esa localidad, conocida como palacio de Bustinzuri, fue ocupada como residencia del Corregidor de Guipúzcoa. Cuando el médico quedó libre marchó a París en espera de la conclusión de la guerra. Durante ese tiempo se dedicó a hacer numerosos viajes por Europa.
Murió en Bilbao en el año 1850.
Del ejercicio de su profesión han quedado algunas de las habituales prescripciones que hacía a sus pacientes, como la idoneidad del ejercicio físico, las fajas de sujeción y calor para vientre y extremidades, y la toma de baños termales adecuados a cada enfermedad. Fruto de las investigaciones médicas que el doctor Zeaorrote hizo sobre este campo, lo dejó plasmado en un libro al que tituló: “Investigaciones analíticas y observaciones médicas sobre las aguas de Guesalda, comúnmente llamadas de Cestona” editado en Bilbao por Felipe Morales y Cia en el año 1822. En este libro, el doctor Zeaorrote da cumplida cuenta de las propiedades de las aguas termales de este manantial. Actualmente podemos encontrar este libro reeditado en el año 2011 por la editorial Nabu Press.
“Entre ruinas valientes Bilbaínos
Vuestras sienes ceñís de laurel
Y en estruendo marcial solo se oye
Libertad y que viva Isabel”.
Vuestras sienes ceñís de laurel
Y en estruendo marcial solo se oye
Libertad y que viva Isabel”.
Como conclusión a esta pequeña biografía sobre tan prestigioso médico, nacido en Lerín, añadir apenas una mínima apreciación; estos pequeños pueblos han dado a lo largo de la historia importantes personajes que se fueron abriendo camino a base de mucho esfuerzo y que, sin embargo, en la mayor parte de los casos han quedado relegados al olvido. Que esta pequeña aportación contribuya a relanzarlo y poner en valor todo lo que significó para el progreso que nos ha colocado en el momento actual.
El orgullo que Lerín ha de sentir por haber dado a la ciudad de Bilbao un médico de estas características no ha de ser poco. La exquisita deontología que parece acompañar a este personaje en el ejercicio de su profesión, lo hace si cabe aún más merecedor de nuestro aprecio y reconocimiento. En el año en que se cumple el 240º aniversario de su nacimiento, sirva esta breve biografía como pequeño homenaje y recuerdo a su trayectoria.
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Artículo: Mª Rosario López Oscoz
Imágenes: Cuadro exvoto, gentileza ermitaños basílica Virgen de Mendía; grabado epidemia del cólera. París J. Rozes. bilbaopedia.info; portada libro de Patricio Zearrote en Amazon.es; portada libro: El Médico Fiel de Antonio Villanueva Edo. Roca Libros.
Fuentes: Familysearch.org
AZANZA LÓPEZ, José Javier. Arquitectura de coplillas y gozos. Santuarios marianos en Tierra Estella.
GONDRA REZOLA, Juan. Cartas de un médico bilbaíno del siglo XIX. P38 Bilbao 2016ko urtarrila OSASUN ZERBITZUAK/SERVICIOS DE SANIDAD
Raíces Españolas. Foros de genealogía. http://foros.hispagen.eu/index.php?topic=1431.0
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Es cierto lo del desconocimiento de personajes y este, por lo leído, no es un personaje menor.
ResponderEliminarExcelente estudio.
Esto está en marcha.
Enhorabuena, de momento, a Charo y José.
Muchas gracias, Pedro!
ResponderEliminarGracias Pedro, creo que es importante recuperar cuanto se pueda y que quede constancia en algún sitio. Y gracias por eso también a José York por tanto esfuerzo.
ResponderEliminarCharo López
Esto pinta muy bien. Enhorabuena y gracias a los dos
ResponderEliminarMuchas gracias, Pili!
EliminarMuchas gracias por tu valoración Pili.
EliminarCharo López
Enhorabuena chicos seguid adelante , un buen trabajo ..
ResponderEliminarGracias!!
EliminarUn buen trabajo Charo, muchas horas de investigación!
ResponderEliminarMuchas gracias. Ahí estamos, dándole duro, intentando rescatar a estos personajes más bien desconocidos.
ResponderEliminarCharo López