sábado, 20 de marzo de 2021

LA ÚLTIMA ERMITA DE SANTA BÁRBARA

 

APUNTES HISTÓRICOS SOBRE LA CAPILLA CEMENTERIAL DEL “FUERTE CAZORLA”

En la zona más alta del casco urbano de Lerín, a 447 m de altitud y aproximadamente 100 m sobre la cota del río Ega que corre a sus pies por el oeste, se alzó el castillo medieval de Lerín, del que ya hay documentados “tenentes” a partir de la segunda mitad del s. XI. Se conocen varias reparaciones en el castillo en los siglos XIII y XIV, cuando se mencionan el “palacio mayor”, la capilla –que se rehace por ruinosa en 1333-, establos, barbacana y “torrellas” o torres menores.

En la guerra con Castilla, año 1378, se produce la destrucción del castillo. En 1380 figura como “caydo es”. Si acaso fuese reconstruido, siquiera sea parcialmente como parte integrante de la muralla de la villa, sería desmantelado como otras fortalezas navarras a comienzos del s. XVI y comienza entonces el imparable proceso de ruina y expolio de sus materiales. En su solar, sin embargo, se conservó la ermita de Santa Bárbara, patrona de la villa.

Llegó a principios del s. XIX seguramente arrasado, conservando a la vista quizá parte de su planta, especialmente peña de yeso recortada como cimentación de muros exteriores. Y eso es lo que se aprovecharía para acomodar el cementerio.

 

CEMENTERIO DE LA PEÑA O DE SANTA BÁRBARA

A raíz de una mortífera epidemia de “peste amarilla” ocurrida a comienzos del s. XIX se determinó suspender los enterramientos que se venían sucediendo desde época medieval en el interior de la parroquia y en el inmediato cementerio del Pintado, situado justo en frente de la casa de Larramendi, la más señorial de la villa.

Y así hacia 1805, por motivos sanitarios, se trasladan las inhumaciones a un nuevo camposanto que se buscó cercano a la ermita de Santa Bárbara, en lo más alto del casco urbano, lugar menos insalubre que el anterior.

El nuevo cementerio de la Peña tenía planta sensiblemente cuadrada de unos 25 m x 30 m, construidas sus paredes de piedra de yeso sobre la recortada peña y reforzadas sus esquineras con sillares de arenisca, reaprovechados y seguramente procedentes de los propios restos del castillo en cuyo solar se acomodó el nuevo cementerio. Y así, prácticamente de planta cuadrada se representa en un plano de la villa de Lerín levantado con ocasión de la I Guerra Carlista.  


Fig. 1. El cementerio de Lerín, sobre plano de hacia 1837 (Archivo Cartográfico y de Estudios Geográficos del Centro Geográfico del Ejército, Navarra, Cartoteca, nº 511, Plano de la villa de Lerín, [1835-37]).

 

Pero se estimó que era un camposanto pequeño para las necesidades de la población, en pleno crecimiento tras la guerra civil. 

Precisamente entre el final de la Primera Guerra Carlista y la Tercera (1872-76), hacia 1850, tuvo lugar la ampliación del cementerio ganando espacio en dirección oeste y pasando de una extensión aproximada de 775 metros cuadrados a algo más de 1000. Como novedad aparece un edificio adosado al muro sur del cementerio, con función de capilla cementerial advocada a Santa Bárbara, con la doble función de servir de capilla auxiliar para las necesidades del rito funerario y, al tiempo, como recuerdo y evocación de la histórica ermita de la misma advocación destruida durante la guerra carlista para reaprovechar sus materiales en la obra de fortificación, operación ordenada por el general Espartero en junio de 1837.

La capilla cementerial de Santa Bárbara es un edificio rectangular, de unos 9,40 m de largo y 6,3 de ancho, ocupando una extensión aproximada de 60 m². Se diseñó para ocupar el eje central del nuevo cementerio ampliado, de modo que desde el acceso situado al norte quedara justo enfrente la nueva capilla. Para su construcción se buscaron sillares especiales, muy posiblemente de la anterior ermita de Santa Bárbara, reutilizándolos de intento para significar la continuidad de la advocación aunque en diferente ubicación. Los mejores sillares (tanto de arenisca fina como de autóctono yeso alabastrino) se reservaron para la fachada que daba al cementerio, con clara intención de monumentalizarla. También se reutilizaron numerosos sillares de arenisca en la fachada meridional, hacia la Peña, mientras que en la fachada occidental se utilizó piedra de yeso en su mayor parte. Se desconoce la composición de la pared oriental al servir de frontis para el frontón viejo, presentando encalada su superficie. Es posible que desde su construcción –pues está documentada un “juego de pelota” asociado al cementerio- se pensara en esta función para la pared oriental, que con la existente del cementerio conformaban un singular frontón con pared a la derecha.

 

Fig. 2. Fragmento de un plano militar de Lerín durante la III Guerra Carlista en el que se representa el “Fueret Cazorla” construido en el cementerio. Señalada la capilla cementerial. (Rodríguez Arroquia, Memorial de Ingenieros, 1876).

 

En 1872, año de comienzo de la III Guerra Carlista, se autoriza la construcción de un panteón familiar (“carnerario”) a Antonino Mendigaña. Pero con motivo de establecer un hospital militar en Lerín, y ante la gran cantidad de soldados fallecidos a resultas de heridas ocurridas en las distintas batallas en el entorno de Montejurra y Estella, el cementerio ya no admite más cadáveres a mediados de 1874, según informa el sepulturero. Ante la grave situación, el ayuntamiento decide hacer un nuevo cementerio extramuros, partida de la Valdechate.

A primeros de agosto de ese mismo año de 1874 el general Moriones ordena la construcción de un fuerte aprovechando la altura y panorámicas que disfruta el cementerio. Tras aprobar la planta de la nueva fortificación se ve la necesidad de expropiar una pequeña parte de 130 m², justamente la esquina noroeste. El 10 de agosto, ante la comunicación del capitán Arias para exhumar los cadáveres enterrados en esa zona, el ayuntamiento acuerda trasladar los restos a “la ermita que hay en el mismo cementerio” desenladrillanado el suelo y abriendo la “fuesa” suficiente, siempre y cuando no se presenten obstáculos insalvables. Y en caso contrario, que se vuelvan a enterrar en otro punto del cementerio. Trece días después, el 23 de agosto, se bendecía el nuevo cementerio –actualmente en uso- en el camino de la Piedra.

En octubre las obras del fuerte del cementerio (nombrado oficialmente “Fuerte Cazorla” en memoria del fallecido capitán de Ingenieros Emilio Cazorla y Prats, fallecido en la acción de Santa Bárbara de Mañeru el año anterior) estaban muy adelantadas. Es entonces cuando Moriones decide darle una nueva función al edificio, reforzando “con bóveda de ladrillo la ermita o capilla del cementerio, para situar en su plataforma dos piezas de artillería que batiesen el inmenso horizonte que se descubre desde ese punto” y encargando al capitán Arias su construcción. Durante la visita efectuada el 19 de noviembre el general Moriones dispuso “que se construyera alojamiento para el Gobernador del fuerte Cazorla bajo las nuevas bóvedas de la capilla, destinadas a soportar artillería”. El 15 de noviembre ya estaba terminada la bóveda y con ella, prácticamente concluido el fuerte. Consta que durante el año siguiente y hasta la conclusión de la guerra, el 28 de febrero de 1876, el edificio sirvió de alojamiento al gobernador militar del fuerte. Sobre la terraza ondeaba una gran bandera nacional, según representa un dibujo contemporáneo en el “Álbum del bloqueo de Pamplona”.

Fig. 3. El “Fuerte Cazorla” en 1875. A la izquierda, la residencia del gobernador, con la bandera en la terraza.

 

Una vez traspasada la propiedad de la fortificación por parte de los militares al ayuntamiento de Lerín, mediante escrito de 13 de septiembre de 1877, la antigua capilla pasó a prestar distintas funciones (la última de ellas, como “academia” de música para formación de los componentes de la banda municipal, hasta la década de 1970).

Fig. 4. El “fuerte Cazorla” desde el SW. Revista “La Avalancha”, 1915

 

Sin que conozcamos los motivos concretos, pero muy posiblemente por problemas de humedades generados en la terraza, se procedió a desmontar buena parte de la cubierta, reduciendo ostensiblemente la altura del edificio, que se cubrió con tejado inclinado a un agua, manteniendo mayor altura –casi la original- el muro oriental, pues conservó su función de frontis para el juego de pelota. Esta reforma ostensible debió de producirse en las décadas centrales del siglo XX. En una fotografía publicada en la revista pamplonesa “La Avalancha” en 1915 todavía presenta el edificio un aspecto semejante al que tuvo durante la III Guerra Carlista. Incluso se observan aberturas en el muro que encierra la terraza que bien pudieran haber servido como cañoneras de las piezas de artillería que Moriones pensaba colocar allí.

Hacia el año 2000 se pensó seriamente en demoler el edificio a causa de las grietas existentes en el muro occidental y el evidente abombamiento del muro meridional. La causa de estas patologías en la fábrica del edificio se debe, sin ninguna duda, al empuje que produce el relleno de tierras que colma el interior del edificio con sedimentos de más de 5 m de altura que convendría eliminar.

Fig. 5. Refuerzo del muro meridional. Año 1968.

En 1968 ese empuje era evidente y se trató de solventar con  la construcción en su base de un muro de más de 1 m de altura que actualmente se encuentra removido. Poco después de esa fecha el muro sur fue sometido a un arreglo de su cara externa: se repicaron los restos existentes de yeso rojizo, aplicados en la obra de 1874 en el exterior de todo el fuerte, y se sustituyeron por la banda intermedia y el remate de revoco que se ven en la actualidad.

 


Fig. 6. Ubicación de la antigua capilla cementerial.

 

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Artículo: José Luis Ona

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