miércoles, 18 de agosto de 2021

LUIS URRIZA TRES

 


 

LUIS URRIZA TRES. UN LERINÉS EN LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

 

Son varios los artículos que se han publicado estos días con motivo del ya inminente centenario de vida del P. Luis Urriza Tres, y “Lerín es Capital” también quiere hacerse eco de tan redonda efeméride.

 

 No es raro que alguien de Lerín alcance el siglo de vida, pero sí que lo es que se llegue a este sin pasar antes por una larga jubilación previa; y es que Luis Urriza sigue a día de hoy ejerciendo como párroco de aquella que le fuera asignada hace ya más de cuarenta años.

 

Dice Urriza que cumplir cien años no es algo tan importante, y que lo que él quiere es seguir trabajando mientras sus facultades se lo permitan, y estas, de momento, no dan signos de flaqueza ya que continúa diciendo misa y administrando sacramentos como si los años no pasaran para él.

 

En su Lerín natal es un hombre muy popular pues, hasta la llegada de la pandemia, era un clásico verle cada año en el mes de agosto por la calle Mayor, cámara en ristre, filmando la fiesta y el espectáculo taurino desde el balcón parroquial y apoyando al párroco en la celebración de misas y actos religiosos. Por cierto, que esas filmaciones las ha donado generosamente a la Filmoteca de Navarra.

 

El incombustible don Luis es un fraile agustino que nació en Lerín el 19 de agosto del año 1921, mientras reinaba en España el rey Alfonso XIII y tenía lugar en Marruecos el Desastre de Annual. Sus padres, Faustino y Rita, tuvieron  otros dos hijos más: Carmen y Jesús.

 

Luis era un niño revoltoso, pero que se prendó cuando unos frailes agustinos llegaron al colegio en busca de vocaciones para el Seminario agustiniano de la vecina ciudad de Calahorra. Tenía entonces doce años. Con ellos se marchó y desde entonces su vida dio un gran giro. Se hizo fraile agustino y entregó su vocación al servicio de la enseñanza, primero, y de la misión después, según el lema de su fundador San Agustín.

 

La Guerra Civil le pilló afortunadamente demasiado joven y se quedó en el convento dando clases a párvulos. Tenía él 16 años. Sentía notable inclinación por la música y aprendió a tocar el órgano; esa pasión le ha acompañado durante toda su vida. Con 22 años fue ordenado sacerdote en Pamplona un 18 de junio del año 1944 y once días más tarde cantaba misa en Lerín, su pueblo. 

 


Dio clases en San Lorenzo de El Escorial, León y Astorga, para pasar de nuevo a Calahorra y seguir dando clases, ahora ya de música, latín y griego, además de otras asignaturas varias.


En el año 1949 se le reclama en los Estados Unidos, y él, a pesar no saber “ni pio” de inglés acepta el reto. En Barcelona se embarca en el mítico buque La Habana (por su singularidad me voy a detener un momento en este barco ya que tiene una historia notable). Fue en su día la mayor embarcación construida en España; en un principio se le llamó Alfonso XIIl, y en tiempos de la República se rebautizó ya con el de La Habana. Al estallar la guerra se encontraba atracado en Santurce y se utilizó para la evacuación masiva de niños a Francia, Inglaterra y Estados Unidos. 

Buque La Habana. Foto vadebarcos.net

Al acabar la contienda se reutilizo como buque mixto de carga y pasajeros; acogía a un total de 114 personas además de la carga; posteriormente lo compró la empresa Pescanova y lo convirtió en un barco factoría pesquero. 

Buque La Habana, ya convertido en mixto (de carga y pasajeros) . Foto vadebarcos.net

En aquel año de 1949, además de Urriza, viajaban también con destino a Nueva York otras personas que quedaron registradas en el pasaje: José Ciaurriz Virto, Gabriel Beorlegui, Antonio Aguirre, que viajaba con su mujer Rosalía Campos y la hija de ambos, Laura, con tan solo dos añitos; Eliodora Yanguas, Agustín Gómez, Petra Alonso, Juan Carrión... eran algunos de ellos. Mientras la larga travesía es más que probable que trabara amistad con más de uno y sus nombres le puedan sonar todavía a don Luis.

 

 A la llegada a Nueva York tuvo que procurarse billete en el tren que le trasladara hasta la Misión de Port Arthur en Texas, donde estaba su destino, pero para cuando llegó, un organista procedente de Puerto Rico había ocupado ya su lugar, así que el obispo de la diócesis lo destinó a otro sitio llamado Beaumont. Este enclave era desconocido para Luis, pero el nombre le resultaba familiar ya que era el apellido que portaban los antiguos condes de Lerín, allá por el siglo XVI, por lo que de algún modo le debió de animar.  En Beaumont fue requerido para atender a la comunidad de habla española. Al principio, como no tenían iglesia donde decir misa, se juntaban en una casa particular hasta que compró un terreno y se las arregló para construir una iglesia a la que llamó Cristo Rey. Enseguida lo reclaman para un nuevo destino, otro pueblo de Texas llamado Waxahachie, donde estuvo poco tiempo, y, después, a San Antonio. Aquí de nuevo le tocó construir otra iglesia a la que llamó de San Miguel. En San Antonio estuvo once años. Después fue a Washington donde colaboró en el Movimiento por un Mundo Mejor. En 1977 regresa a Beaumont y, desde entonces, ahí sigue hasta el día de hoy ejerciendo de párroco.

 

El Padre Luis Urriza de la Iglesia Cristo Rey de Beaumont Texas en la Celebración Guadalupana con los Matachines de Port Arthur. Foto, la Voz de BMT Texas. 2015.

 

Es el P. Urriza un sacerdote muy echado “pa`lante”, con mucho vigor y fuerza, que se adaptó y aceptó los retos que se le presentaban con ilusión y optimismo; y eso es lo que a sus cien años continúa transmitiendo. Es muy querido en Beaumont y él se ha hecho uno de ellos, pero no olvida su pueblo natal. Cada año vuelve en agosto, el mes de las fiestas patronales. Últimamente venía acompañado por algún feligrés de su parroquia que no quería dejarle hacer el viaje solo, a pesar de que Luis se siente muy capaz de ello. Con una salud envidiable y un más que notable apetito, hasta la llegada de la pandemia lo hemos visto disfrutar de su Lerín querido. Ni siquiera el covid ha podido con él ya que, a pesar de infectarse y pasar por el hospital, lo ha superado sin mayor problema.

 

Lerín es Capital quiere felicitarle en su centenario de vida y con él sin duda todo el pueblo. Y lo hacemos con la ilusión y el agrado con  que siempre lo hemos recibido cada mes de agosto ¡Ya está aquí otra vez el P. Urriza! ha sido la frase habitual que con una sonrisa incrédula esbozábamos al verle cada año por la calle Mayor a pesar de su edad. Lo esperamos de nuevo en Lerín, Padre Urriza, en cuanto acabe la pandemia. Muchas felicidades y feliz centenario de parte de sus paisanos ¡Que Dios le bendiga!

 

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Artículo: Charo López Oscoz

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