viernes, 10 de abril de 2020

MONUMENTO AL MARQUÉS DE AYERBE EN LERÍN


Hoy, en LERÍN ES CAPITAL, abordamos un episodio de la Historia de Lerín que durante mucho tiempo había quedado relegado prácticamente al olvido.

Hace unos pocos años, en el blog "Yorkart-Lerín", se publicaron algunos artículos sobre este episodio histórico ocurrido en Lerín y sobre el monumento con el que se conmemora. Desde entonces, se ha ido conociendo un poco más su existencia y su emplazamiento, incluso hay quenes lo han incluido en alguna de sus rutas, bien de senderismo, o bien en bicicleta. Y estos eran unos de los artículos que se pretendía recuperar y volver a publicarlos aquí, en este blog, para que se pudieran consultar por quien quisiera conocer algo más sobre esto.

Sin embargo, lo que vamos a publicar hoy sobre este tema es un estupendo artículo mucho más completo, detallado y con muchos más datos, que ha preparado Agustín Garnica Cruz y con el que ha querido colaborar con este proyecto y con la labor que nos hemos propuesto de intentar poner en valor a Lerín y a su interesante Historia.



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MONUMENTO AL MARQUÉS DE AYERBE EN LERÍN 


En Mondiuso, término municipal de Lerín, existe un “monumento”, llamado por los habitantes de Lerín como “el monumento del inglés”. A él se accede por la carretera de Lerín a Falces, tomando un camino que sale hacia la izquierda, una vez pasado el kilómetro 21. El camino es poco transitado, ya que no es de los de concentración parcelaria, es el antiguo camino del Corral Blanco. Adentrándonos por ese camino, cerca de un kilómetro, se observan media docena de cipreses raquíticos y solitarios, con síntomas de sed y por tanto con un porte no muy alto. Junto a ellos se encuentra el “monumento del inglés” (Coordenadas X 587.624 Y 4.699.913), un mausoleo en recuerdo del asesinato del Marques de Ayerbe y del Capitán Wanastron que por esa zona ocurrió un primero de octubre de 1810, por lo que su nombre real debería de ser el “monumento al Marqués de Ayerbe” en Lerín.

Foto 1. Vista general de la zona del monumento.

El monumento, de piedra, tenía una inscripción que hoy día no es posible leer en su totalidad, debido a la erosión producida por las inclemencias meteorológicas y por los avatares sufridos por las piedras que lo componen, especialmente por los líquenes que  cubren la losa central.

Sobre el monumento y su historia se han encontrado diversos textos publicados en medios tan diferentes como en la prensa escrita, en el Boletín de de Monumentos Históricos y Artísticos de Navarra, o en las memorias del Marques de Ayerbe publicadas en el Boletín de la Real Academia de la Historia.

En la prensa se encuentran dos citas relacionadas con el monumento. La primera de ellas en Diario de Navarra (1) en el año 1925, una reseña referida a este monumento, citando como fuente el Boletín de Monumentos de Navarra y a José M. Azcona, de quien dice que encontró la lápida que fue dedicada a estos beneméritos de la patria. La reseña se enmarcaba dentro de una sección titulada “Efemérides Patrióticas”, con el título de “1º de octubre de 1810”. 

La segunda noticia está publicada en la Gaceta del Norte (2) en el año 1968. La parte histórica está escrita en base a los textos de José Mª Azcona, pero añadía otra parte de interés, como es la visita al lugar del monumento por parte del periodista, acompañado del Secretario del Ayuntamiento, Señor Urriza, y de “diversos vecinos”.


Señala el artículo que el mausoleo consistía en una gran piedra cuadrada, de unos cuatrocientos kilos de peso, donde estaba la inscripción referente a los hechos acaecidos aquel 1º de octubre de 1810. A la distancia de unos seis metros se encontraba otra piedra terminal del mausoleo, de forma triangular y con una calavera y las tibias en relieve.


El artículo finaliza con el siguiente texto: “Si Don José Maria Azcona leyó las inscripciones en el año 1921, en la actualidad es muy difícil completar la lectura de toda la inscripción. Las inclemencias del tiempo están poco a poco destruyendo este monumento histórico, de un hecho no muy poco conocido, pero que pudo cambiar parte del rumbo de nuestra historia y de nuestra guerra de la Independencia. Este mausoleo debería salvarse recogiendo las dos piedras de que consta y llevándolas a un lugar cubierto. Las autoridades competentes tienen la palabra.

Foto 2. El mausoleo visto al atardecer con el Corral Blanco al fondo.


Alejandro Díez Díaz.
 
Pero sin duda, el artículo que más conocen los lerineses, relacionado con este monumento, es el publicado por el padre Alejandro Díez Díaz, en el nº 334 de la colección de Temas de Cultura Popular (3), dedicado a Lerín, en el apartado titulado “En la Francesada”. En él se llega a señalar que algunos historiadores quisieron relacionar la muerte del Marqués de Ayerbe con Espoz y Mina, pero no parece que esa hipótesis se haya podido demostrar, y por tanto, posiblemente el asesinato fuera cometido con el objetivo del robo de una cantidad muy importante de dinero. El resto del artículo sigue basado en lo escrito por José Mª Azcona.

Cita el autor a José María Iribarren, quien en su libro sobre Espoz y Mina (4) señala que el proyecto del Marqués resultaba muy arriesgado y algo fantástico. Consistía en conducir al rey desde Valençay al puerto de Nantes y trasladarlo, por barco, a un puerto del Cantábrico, para llevarlo, luego, por mar a Andalucía. Pero en Sevilla no encontró los apoyos y dinero necesarios para ello, y fue en Lérida cuando conoce a Renovales, que acepta entusiasmado la idea y pasa a ser su auxiliar más valioso. Cambian los planes del viaje por mar al viaje por tierra y desde La Coruña parten el 13 de septiembre con la idea de llevar a cabo su plan, que como ya conocemos no llegó a buen puerto por el asesinato ocurrido en nuestras tierras.



José M. Azcona Díaz.

 
De los textos publicados sobre el suceso que acaeció en Lerín en la época de la francesada, concretamente 1810, cabe destacar el artículo de José M. Azcona Díaz de Rada, ilustre escritor y bibliófilo tafallés (1882 - 1951), en el Boletín de la Real Academia de la Historia (5), y que por su interés se transcribe literalmente a continuación.

“MONUMENTO FÚNEBRE EN LERÍN"
Las circunstancias trágicas que concurrieron en la muerte del Marqués de Ayerbe, y el haber acaecido en campo abierto, me hicieron sospechar la existencia de alguna lápida dedicada á su memoria.
Después de varias indagaciones infructuosas, tuve la suerte de encontrarla, no hace muchos días, yendo de Lerín á Andosilla, en un corral derruido, propiedad del Ayuntamiento de Lerín, dentro de la corraliza llamada de Usón, entre esta villa y las de Carcar, Andosilla y Falces.
Consta de tres partes, que se hallan diseminadas en un espacio de veinte metros, junto á las tapias derruidas de dicho corral.
Sobre un pedestal sencillo hay una lápida rectangular, en la cual, entre dos columnas, va esculpida la leyenda que transcribiré luego; debajo de la leyenda hay dos cruces de pié ensanchado.
Encima de la lápida estaría colocado el frontis triangular que yace por tierra á alguna distancia, en cuyo centro va tallada una calavera sobre dos tibias; como remate del frontis parece que iba una corona de la que solo se conserva el arranque inferior.

Foto 3. Determinadas condiciones de luz permiten leer el comienzo del texto grabado.

La inscripción, que ocupa toda la lápida dice así:

EL S D PEDRO MARYA JORDAN DE VRRYES
MARQUES DE AYERBE Y EL CAPYTAN DE YNFANTERYA
JOSE MA WANASTRON COMYSYONADOS DE S M D
FERNANDO 7 PARA LYBRARLO DE SU CAVTYVERYO EN VA
LENÇAY CUANDO YBAN A VERYFYCARLO FUEFON EN ESTE
SYTYO ASESYNADOS EL DYA PRYMERO DE OCTUBRE DEL
AÑO 1810 A MEDYA TARDE POR UNA PARTYDA ARMADA DEL
EXERCYTO QUE LOS BUSCABA CON ESTE YNTENTO SUS
CENYZAS FUERON TRASLADADAS A ZARAGOZA EN 1813
EL ACTUAL MARQUES DEL MYSMO TYTULO HYJO PRYMO
GENYTO DEL FYNADO MARQUES LE CONSAGRA ESTE
FUNEBRE MONUMENTO

A duras penas pueden leerse algunas palabras de la leyenda transcripta; es posible que dentro de poco tiempo desaparezca todo vestigio del monumento y que sus piedras sirvan para rastrear la tierra fértil de Uson, si una mano piadosa no las reúne ahora, que es tiempo aún, reconstruyendo el sencillo monumento.
El archivo del Duque de Zaragoza conserva documentos que revelan el triste fin del ilustre Marqués de Ayerbe, y que han sido publicados, en parte, por Gómez de Arteche.
Había seguido el Marques á Fernando VII en su prisión de Valençay.
En 1809 Napoleón le ordeno volver á España bajo pena de confiscación de bienes, con el objeto de utilizar el prestigio de su persona, puesta al servicio de José Bonaparte, para la pacificación de Navarra y Aragón.
Trasladóse por Auch á Pamplona, de donde se fugó con el disfraz de calesero, yendo á presentarse á D Mariano Renovales con quien concertó un plan para libertar al Rey de su prisión.
En todo el curso del año 1809 lo vemos aparecer en Sevilla, ante la Junta Central, en Cataluña y por último en la Coruña en Junio de 1810.
Allí tomó pasaporte bajo el nombre de Lorenzo y salió á pié con dirección á Navarra en compañía del capitán Wanastron y de D. Felipe de Barrio y Gordoa, cura de Ezcaray. Salieron á mediados de Septiembre y á fines del mismo mes llegaron á Ezcaray.

Desde este punto, gracias á las minuciosas declaraciones de dicho sacerdote y del arriero que les acompañó, podemos reconstituir la tragedia de que fueron víctimas.

Los vecinos de Ezcaray vieron llegar, uno de los últimos días de Septiembre, á D. Felipe del Barrio acompañado de dos personas; una de ellas mal podía ocultar su aspecto de guerrero bajo su disfraz de marchante; la otra, de una estatura de cinco píes, poco más ó menos, cara larga y ahoyada de viruelas, color pálido, nariz grande y un poco torcida.
Venían montados en dos mulas de aparejo redondo y vestían chaqueta parda de paño de Tarazona y sombrero ancho y chato, bajo el cual asomaban tufos de pelo cortado á lo Tito.
Despertose la curiosidad entre los vecinos de Ezcaray, aunque por lo revuelto de los tiempos tenían preparado el animo para las mayores sorpresas; no faltaron indiscretos que manifestaron sus dudas acerca de la condición de dos arrieros que se explicaban bien en su conversación y que tenían cierto porte distinguido, en sus maneras.

D. Felipe del Barrio hubo de confesar al escribano de Ezcaray, D. Basilio de Mata, con toda reserva, que aquellos personajes vestidos de arrieros eran D. Pedro María de Urríes, Marqués de Ayerbe, y D. José María Wanastron, capitán del Regimiento de Osuna y emparentado con la nobleza española; que se dirigían al Valle de Roncal para, desde allí, pasar á Aragón con el fin de levantar gente contra los franceses.

Se encontraba á la sazón en Ezcaray un pobre arriero de Cenicero llamado José Gallo, conocedor práctico de la tierra, con quien concertó D. Felipe que acompañara hasta Sangüesa á los trajinantes y que le pagarían bien su viaje y trabajo; puso él algunos reparos alegando ocupaciones urgentes y convinieron por fin en aplazar por dos ó tres días la salida y que, pasado este plazo, se reunirían en Santurdejo, á una legua de Ezcaray hasta donde los acompañó Francisco La Cámara, vecino de Zorraquin.

Reuniéronse en Santurdejo, pequeño pueblo recostado en las faldas de la sierra de Ezcaray y pernoctaron en Azofra el 29 de Septiembre.
El 30 siguieron su camino, llegaron á Cenicero á medio día y á Mendavia por la noche.

El siguiente día, primero de Octubre y último de su vida, tomaron rumbo hacia San Martín; entre Carcar y Lerín toparon con dos soldados de caballería, guerrilleros españoles, á quienes infundieron sospechas.

Foto 4. Detalle de las primeras frases del texto.

Preguntaron los soldados que quiénes eran y á dónde iban; respondió el marqués que trajinantes que iban á cargar aceite de enebro; mostraron sus pasaportes, uno francés y otro español; acentuáronse con esto las sospechas de los soldados y se despertó su codicia barruntando que debajo de la ropa de arrieros podían esconderse alhajas y dinero.

La sospecha y la codicia se deshicieron por el momento en una tempestad de blasfemias y de insultos. Tranquilizáronse por fin y habiendo preguntado José Gallo si les ocurría alguna cosa respondieron que nada y les permitieron continuar su camino.

Pero no habían andado un cuarto de hora, cuando vieron volver á los soldados galopando hacia ellos.
Paróse José Gallo y volvió á preguntar si los ocurría alguna cosa, á lo que respondió uno de los soldados: «adelante, ajo!, ó te quito la tapa de los sesos.»
Llegaron todos á un corral, desmontaron los soldados, metieron dentro al marqués y al capitán, los registraron y les quitaron el dinero que llevaban en los bolsillos.

Salieron de allí diciendo que iban á llevarlos á Calahorra donde había un comandante que dispondría lo que había de hacerse del dinero y de las personas.

Anduvieron como una legua y pararon en otro corral donde volvieron á registrarlos, descosiendo los lomillos de las mulas que ocultaban buena cantidad de monedas y un reloj de oro.
Entonces, á la vista del oro, desató la pasión de los soldados que arremetieron sable en mano contra los trajinantes llamándoles traidores á grandes gritos con los que ahogaron los de su conciencia mientras los acuchillaban hasta quitarles la vida.

El arriero José Gallo pudo salvar la suya á fuerza de ruegos y lágrimas y huyó hacia Sesma con las caballerías de los muertos, que vendió para dedicar sufragios en su memoria.

Pocos días después fueron encontrados sus cadáveres, desfigurados ya y reducidos casi a los huesos, en un montón de estiércol en el mismo corral donde fueron asesinados, propiedad de D. Miguel Cabrera, sito en la muga de Andosilla.
Junto á los restos mortales había dos pares de estribos de madera, dos bocados de caballería mular, dos sombreros anchos de los que usan los manchegos y un pasaporte, hecho pedazos, dado por D. Mariano Renovales á favor de Josef Martin (el capitán Wanastron) que pasaba en comisión á Navarra y á Castilla.
Fueron sepultados en Lerín, y más tarde, una vez identificados los cadáveres, se trasladaran sus cenizas al panteón de los Marqueses de Ayerbe en Zaragoza.

El nombre de los asesinos permanece ignorado. Solo sabemos, por la declaración de un sugeto llamado Andrés, de Calahorra, que á raíz de los tristes sucesos se presentaron en aquella ciudad dos soldados de caballería que cambiaron varias monedas de oro y desaparecieron sin que pudiera averiguarse su paradero.
Leyendo la precedente relación que he extractado, como queda dicho, de los documentos publicados por Gómez de Arteche (1), salta á la vista la contradicción que parece existir entre ella y la inscripción por la cual se ve que fueron asesinados por el ejército que los andaba buscando con este intento, con el intento de asesinarlos.

Pero la mala redacción se presta á ser interpretada de otra manera, en el sentido de que fueron asesinados por el ejército que los andaba buscando con el intento de librar á Fernando VII de su cautiverio.
Sea de ello lo que quiera, el hecho está minuciosamente detallado y no cabe duda de que no puede imputarse al ejército un crimen cometido por dos soldados que tal vez no estuvieran sometidos á una autoridad regular.
                                JOSE M. AZCONA
Tafalla, Octubre, 1920.

(1)    Fernando VII en Valençay. Tentativas encaminadas á procurar su libertad.
Madrid. 1880.”


 
José G. de Arteche.

 
Existe otra publicación sobre las Memorias del Marqués de Ayerbe, escritas por José G. de Arteche (6), que añade datos muy interesantes sobre el destino de los cuerpos de los asesinados y que señala:

“El Marqués de Ayerbe ha incluido en su libro apéndices muy importantes á fin de esclarecer cualquiera duda que pudieran suscitar las Memorias de su antepasado en algún punto que le haya parecido importante. El último de esos apéndices se refiere á la celebración de los funerales y al recuerdo de la forma é inscripciones del monumento erigido por la Marquesa viuda y sus hijos en 1815, hoy existente en el convento de PP. Paules de la Torre de Alfranca, posesión que goza también de justa fama por haber salido de ella el General D. José Palafox y Melci para su hazaña de Zaragoza, de tan gloriosa y perdurable memoria.

Existe, sin embargo, un documento ignorado de muchos y que encierra en sus páginas cuantos pormenores pudiera desear el más exigente sobre las gestiones hechas, en 1815, también para el descubrimiento de los restos del Marqués de Ayerbe y del capitán Wanastron en el sitio donde fueron asesinados, y para sus funerales y entierro en Zaragoza. Ese curiosísimo documento, que lleva el título de Carta en que un amigo da noticia a otro del funeral hecho al Excmo. Sr. D. Pedro Jordán María de Urries  etc., etc., contiene, además, tres láminas con cuatro estampas pequeñas representando sucesos del Marqués hasta el de su muerte, y la que recuerda la forma de su caja sepulcral.

Esas láminas están mal dibujadas y peor grabadas; pero no carecen de interés, ni de intención, tampoco, generosa y patriótica, los pésimos versos que se dirigen á explicarlas.”



Tras la lectura de estas memorias queda claro que los restos del Marqués de Ayerbe y del Capitán Wanastron no están debajo del “monumento”, sino que fueron trasladados a Zaragoza, en 1813 según la inscripción del monumento o en 1815 según las memorias de Arteche, por lo que si se considera que José M. Azcona vio dispersas las partes que componen el monumento por los campos de alrededor, no existe constancia de que el asesinato fuese cometido exactamente donde se encuentra el monumento, sino que éste se erige en recuerdo de ese asesinato. Hoy día no queda resto alguno del corral referido en los escritos anteriores, aunque en una ortofoto de SITNA (1966-1971), de mediados del siglo XX,  se percibe claramente el contorno de la construcción de ese corral, justo en el mismo lugar donde hoy se encuentra el “monumento”. La calidad de la ortofoto no permite imaginar la presencia del monumento junto a las ruinas de ese corral.

Foto 6. Ortofoto de SITNA (1966-1971) del lugar donde se encuentra el monumento.

La Guerra de la Independencia terminó con la firma del Tratado de Valençay el 11 de diciembre de 1813, por el cual Fernando VII recobraba la Corona de España, pero no fue hasta el 22 de marzo de 1814, cuando cruzó la frontera por La Junquera, cuando el monarca pisó tierra española y a partir de esa fecha impuso la restauración absolutista radical, resucitando hasta la Inquisición y la persecución de los liberales, lo que supuso un lúgubre futuro para la posguerra de la Independencia.

Convento de los PP Paules y Palacio de Palafox de la Torre de la Alfranca (Zaragoza).
 
Se ha querido incluir en esta revisión histórica el destino del cuerpo del Marques de Ayerbe tras su asesinato en Lerín. Así, Bruñen y Sánchez (7) señalan que La Torre de la Alfranca, con el Palacio de Palafox, convento de los PP Paules, y jardines, pasa a ser propiedad de los Marqueses de Ayerbe mediante el matrimonio de los Jordán de Urriés, Marqueses de Ayerbe, con la familia Fuembuena, propietarios de la Alfranca a mediados del siglo XVIII.

Foto 7. Palacio de Palafox en La Alfranca (Zaragoza).

Es en la zona del “castillo” (debido a su forma), una de las construcciones de la Alfranca, donde queda la impronta en cemento de donde estuvo colocada una lápida, posiblemente conmemorativa que, por otros documentos consultados, hace suponer que esta construcción pudo servir de mausoleo a don Pedro Mª Jordán de Urriés y Fuembuena, asesinado en la villa de Lerín (Navarra). Las investigadoras no consiguieron encontrar la lápida.

En esta construcción debieron de permanecer los restos del Marques de Ayerbe, al menos cinco años, tiempo transcurrido entre su muerte y el traslado al panteón familiar de los Marqueses de Ayerbe, en la iglesia de los Padres Predicadores de Zaragoza.

A esta construcción le atribuyen las investigadoras dos funciones:


- panteón para depositar los restos de Don Pedro Mª Jordán de Urriés y Fuembuena durante esos cinco años, tras haber sido recogidas sus cenizas por la Justicia de Lerín, hasta que definitivamente fue enterrado en Zaragoza, o


- monumento conmemorativo a la proeza de este militar, privado de la vida en 1810, por lealtad a Fernando VII, y con el que le quiere honrar la familia.

Según consta en el Archivo Histórico Notarial de Zaragoza (8), por estos acontecimientos el Marques de Ayerbe asesinado en Lerín recibió, a título póstumo, la Cruz de la “Lealtad de Valençay”.

Foto 8. Zona del Castillo, en La Alfranca, donde puede observarse los restos de una posible placa en su parte derecha.

En el cartel informativo situado junto a la Zona del Castillo se señala: “A juzgar por los restos, encontrados en los trabajos de restauración, de un espacio dedicado a una lápida que había en esta torreta almenada, existe la posibilidad de que pudiera servir de mausoleo de D. Pedro Mª Jordán de Urriés y Fuembuena, III Marqués de Ayerbe, hasta que sus restos fueron trasladados a panteón familiar en Zaragoza”. Nada se dice en los textos de que es lo que ocurrió con los restos del Capitán Wanastron, pero es de suponer que no quedasen en Lerín.


Para quien quiera leer más sobre el tema, puede visitar la página https://bvpb.mcu.es/es/consulta/registro.do?id=399738 de la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico, donde encontrará las “Memorias del Marqués de Ayerbe sobre la estancia de D. Fernando VII en Valençay y el principio de la Guerra de la Independencia” (9). El libro ofrece algunos datos muy interesantes, por ejemplo al Capitán Wanastron le llama “Wanestron”, de D. Pedro Jordán María de Urriés dice ser “Marqués de Ayerbe y Lierta”, el nombre del alcalde de Lerín, allá por 1813, dice que era D. Ambrosio Iguerco, o el nombre del cirujano de Lerín, que era Andrés González, o finalmente, que el sencillo monumento se coloco “afianzado en las paredes del corral donde se cometió el asesinato, que era un local destinado á ganado, propiedad de D, Miguel Cabrera, en uno de los montes de las cercanías de Lerín (Navarra)”. 


Para la pequeña historia, o mejor para el anecdotario local señalar, como parte final de este artículo, que a través de José María Sáenz León pude saber que fue su hermano mayor, Domingo, quien llevó “tierra buena” con una robadera pequeña que compró por aquel entonces el Ayuntamiento. La tierra, me dice Domingo, era de los Huertos. Esto ocurría hacia final de los años 60 del siglo pasado, y los encargados de plantar los árboles, y de adecentar el monumento, que muy probablemente estaba tirado, me añade Domingo, fueron Domingo Moreno Urra y Martín Solano San Juan o su hermano Fermín. Estas personas fueron contratadas por el ayuntamiento para arreglar los algibes que había por el término municipal, y según me cuenta Andrés Moreno, hijo de Domingo, su padre y Martín eran muy amigos.



Futuro del monumento.

 
Dado que en la actualidad no se puede leer la inscripción, bien podría ponerse a su lado alguna placa hecha en material resistente a las inclemencias del tiempo que reprodujese el texto original, con motivo del 210 aniversario del suceso, que será en este año 2020. De paso se pueden cuidar/regar los cipreses recientemente plantados y colocar un banco que permita disfrutar de la vista tan maravillosa que existe desde ese lugar mirando hacia la sierra de los pinos, con su Enclave Natural situado frente a Mondiuso.

Foto 9. El monumento visitado por un corzo a la sombra de un árbol.




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Artículo y fotos: Agustín Garnica

Bibliografía:
1.- Diario de Navarra. 4 de octubre de 1925, p. 2.
2.- J. Satrustegui. La Gaceta del Norte.  Febrero de 1968.
3.- Alejandro Díez Díaz. Navarra. Temas de cultura popular. Lerín. 1984. Nº 334.
4.- José María Iribarren. Espoz y Mina el guerrillero. Aguilar, S.A. de Ediciones. Madrid, 1967.
5.- José M. Azcona. Boletín de la Real Academia de la Historia. Nº 56. 1921.
6.- José G. de Arteche. Memorias del Marqués de Ayerbe. Boletín de la Real Academia de la Historia. 1896.
7.- Ana I. Bruñen Ibáñez y Mª Elisa Sánchez Sanz. Proyecto de restauración y rehabilitación del conjunto arquitectónico de la Alfranca. Artigrama, número 13, 1998, pp. 403-414.
8.- Archivo Histórico Notarial de Zaragoza. Not.: Manuel Gil y Burillo, 1815, fol 320 y ss.
9.- “Memorias del Marqués de Ayerbe sobre la estancia de D. Fernando VII en Valençay y el principio de la Guerra de la Independencia, ordenadas y publicadas por D. Juan Jordán de Urriés, actual Marqués del mismo título”. Establecimiento tipográfico de M. Salas. Zaragoza. 1893.
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1 comentario:

  1. Muy buen artículo y muy bien documentado. Historias que no se pueden olvidar. Gracias Agustín.

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