En Lerín nunca habían visto a los Reyes Magos. Todos hablaban de ellos al llegar la Epifanía, pero nadie había logrado verlos; sin embargo, llegar, llegaban, ya que en la mayoría de las casas recibían regalos, aunque solo fueran unos dulces. Esto había sido así desde siempre; sin embargo, todo cambió en la tarde noche del día 5 de enero del año 1943 cuando un rumor se empezó a correr por el pueblo: ¡Que vienen los Reyes! ¡Que vienen los Reyes!
Todos corrieron a los Porches del Ayuntamiento para ver que pasaba, y allí se quedaron ya que nadie se atrevía a bajar más allá. Los niños, exaltados, no acertaban a comprender; de pronto, un hombre subió la cuesta a la carrera y comentó: tened paciencia, tranquilos; es verdad que vienen los Reyes, los he visto, pero se acaban de parar en el taller del señor Eustaquio Yerro a descansar y a darles de beber a los caballos. Enseguida, el eco del sonido de los cascos y el ruido de trompetas acercándose, auguraban lo anunciado. Era verdad; dos personajes con largas y brillantes capas, coronadas sus cabezas y atusando sus largas barbas, se empezaban a divisar a la altura del Cuartel de la Guardia Civil, seguidos por otro enigmático y singular personaje de tez oscura que cerraba la comitiva. Sus Majestades, los tres Reyes Magos venidos desde Oriente, hacían su entrada por primera vez en Lerín a la vista de todo el mundo. Un hecho singular hasta ese momento.
Eran las 7 de la tarde.
Al llegar a los Porches, el cortejo se forzó para hacer una parada con objeto de que los caballos contuvieran el resuello, cuando, de pronto, se abrió uno de los balcones del Consistorio; un peculiar personaje vestido con vistosos ropajes se asomó, y, según dijeron los mayores, era Herodes. Este se puso a hablar con rima ostentosa. Los niños no entendían lo que estaba ocurriendo. Se corrió la voz: es la representación de un Auto Sacramental; el Auto de Reyes. La chavalería creía estar viviendo un sueño; los ojos, como platos, absorbían más rápido que su raciocinio, y escuchaban atónitos un diálogo que parecía sacado de otro tiempo:
-¿Quiénes sois?, preguntó Herodes; Gaspar respondió con otra pregunta:
-¿Dónde está el Rey que ha nacido para salvar a tu pueblo…?
Continuaron así todos ellos con un ingenioso y poético diálogo que dejaba a todos boquiabiertos.
Uno de los espectadores se apresuró a decir: se expresan casi lo mismo que en Sangüesa. Allí lo representan cada año desde que en 1900 lo escribiera un sacerdote llamado José Legarda. Dicen que hace unos días, Satur Blasco se lo ha pedido a su tío Teófilo el cura, porque, aunque es el párroco de Berbinzana, su familia es sanguesina y tiene influencias allá. No sé si tendrá algo que ver con todo esto que vemos ahora aquí…
Cuando los Reyes acabaron su diálogo con Herodes, enfilaron por la calle Mayor hasta llegar a la plaza de la iglesia. Asomado a uno de los balcones de la estancia que llaman de las Ausencias y que se encuentra encima del atrio de la iglesia, apareció un angelito vestido con vestiduras blancas que comenzó a decir con una voz suave y clara que retronaba en toda la plaza: ¡Ave Magos!, no os turbe el hermoso ropaje del mensajero humilde de la altura, pues es Dios, en su inmensa ternura, quien manda a la Tierra este mensaje…
Aquello ya colmaba todas las expectativas. La chiquillería, delirante, no daba crédito. A los adultos, emocionados, se les humedecían los ojos. El ángel continuaba su largo monólogo; al acabar, los Reyes entraron en la iglesia y postrados adoraron al Niño Jesús, para recorrer después el pueblo dejando los regalos a los niños.
Nadie supo nunca el motivo, pero esa tarde ninguno de los presentes vio a Satur Blasco; ni tampoco estaban en la cuadra los caballos del señor Natalio, el padre de Moisés Rodríguez. Ni Moisés se dejó ver entre la gente; lo mismo ocurrió con Jesús Urriza. A la mañana siguiente, Rita, la madre de este, no entendía por qué su hijo se levantó con la cara tiznada, y en la almohada había rastro de manchurrones negros. En lo que sí coincidieron las tres madres fue en asegurar que los ojos de sus hijos brillaban de un modo especial y no conseguían borrar la sonrisa de sus labios. Este hecho misterioso se fue repitiendo del mismo modo durante casi 20 años.
Desde entonces, cada tarde noche del día 5 de enero, víspera de la Epifanía de los Reyes Magos, esa misteriosa desaparición de varios jóvenes del pueblo se ha seguido repitiendo, y otros jóvenes vuelven a faltar por unas horas, mientras llega la Cabalgata con sus Majestades, para aparecer de nuevo felices y contentos al acabar el día. Desde ese año, 1943, los niños de Lerín, al acercarse la fecha, escriben su carta a los Reyes y sueñan con verlos subir por la carretera de acceso al pueblo cargados de regalos y de ilusión.
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Artículo: Charo López Oscoz. Epifanía deI año 2020. (Inspirado en las memorias de Satur Blasco)
Fotografías: Jose York
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Muy bonito, da gusto leer parte de la historia de Lerin.
ResponderEliminarMuchas gracias, Paulino.
ResponderEliminarCharo:
ResponderEliminarOtro estupendo artículo. Lo del taller del Sr. Eustaquio, me trae entrañables recuerdos.
Adelante. Esto ya queda escrito.
Muchas gracias Pedro y Paulino.
ResponderEliminarQuiero que este texto, breve y sencillo, sirva de homenaje a todos los que se implican para que cada año salga felizmente la Cabalgata de Reyes por las calles de Lerín. A mi también me tocó en su día como miembro de la Asociación de Padres. La cara de felicidad de los niños al ver llegar a los Reyes compensa el esfuerzo. Ánimo y gracias.
Charo López
Qué a gusto lo he leído. Las abuelas tienen un bonito relato para contar a sus nietos.
ResponderEliminarSigue así Charo. Me encanta.
Con emocion mal contenida, Gracias Charo
ResponderEliminarMuchas gracias, Carmen y Pili. A mi también me emociona saber que os ha llegado al corazón. Y es emocionante pensar que por la iniciativa de estos, en su día jóvenes, se sigue en Lerín disfrutando de la Cabalgata.
ResponderEliminarHan sido muchos, muchísimos, los que han ido tomando el relevo a lo largo de los años. A todos ellos el mismo agradecimiento y consideración.
El ángel ha salido a saludarlos desde varias ubicaciones. También desde uno de los balcones de la casa de Erviti. Posiblemente ese fuera el lugar primigenio.
ResponderEliminarFelizmente tenemos todavía entre nosotros a Jesús Urriza que nos podría dar muchos detalles...
Charo López
Es de agradecer la narración y el entusiasmo del relato, recuerdos que todos los Lerineses llevamos en el corazón, gracias por hacernos vivir tan emotivos recuerdos, en especial a los que año tras año hacen renacer el encuentro. Un abrazo para mí pueblo y sus gentes. Antonio Pellejero
ResponderEliminar¡Muchas gracias, Antonio, y feliz día de Reyes!
EliminarCharo, muchas gracias por la narración que has hecho de los reyes del año 1943 en la que yo fui en Ángel anunciador. Me ha gustado mucho recordar toda mi infancia, la ilusión con la que lo preparamos, los ensayos... Me acuerdo que guardé silencio porque me dijeron que no se lo dijera a nadie. Ensayé en casa de Palmi Moreno y lo llevábamos todo en secreto. Te quiero decir que Erodes salió de la casa de Erviti y Satur leyó todas las cartas de los niños en la plaza. Muchas gracias Charo por hacerme vivir mi infancia de nuevo. Sigue asi contando nuestros antepasados. Un abrazo, Carmen.
ResponderEliminarEres historia viva de aquel hecho y también portadora de la memoria de Lerín durante décadas. Ojalá la mantengas intacta muchos años para poder echar mano de tus experiencias.
EliminarGracias Carmen. El testimonio que acabas de aportar es muy valioso. Un cariñoso abrazo
Charo López