Hoy, en "LERÍN ES CAPITAL", vamos aconocer un poco mejor a uno de los tesoros que enriquecen el patrimonio natural de Lerín, la impresionante...
AVUTARDA (Otis tarda)
Para comenzar a hacernos una idea de la importancia de contar con su presencia en nuestro pueblo es conveniente tener en cuenta que se trata de una ave considerada como "especie amenazada a escala global", que ha desaparecido en casi toda Europa y que España es uno de los pocos países en los que todavía sobrevive. De hecho, de toda la población mundial de avutardas (apenas unos 50.000 ejemplares en todo el mundo según Seo.org), algo más de la mitad de esa cantidad, unas 30.000, se conserva en la Península Ibérica. El resto de poblaciones se reparte principalmente por Rusia y de manera testimonial en algunos puntos de China, Mongolia, Hungría y unos pocos lugares más, pero en estos países sus condiciones de conservación son bastante más preocupantes que aquí.
En la Península se encuentran sobre todo en Castilla y León (la mayoría), y en orden decreciente en Extremadura, Castilla-La Mancha, Madrid, Andalucía, y algunos grupos pequeños en Aragón y, afortunadamente, en Navarra, aunque estos grupos se encuentran en grave peligro.
En la actualidad, la población de avutardas en España se mantiene en cierto modo estable gracias las medidas de conservación que se han aplicado, comenzando por la prohibición de su caza en el año 1980, ya que hasta entonces se cazaba de forma incontrolada y su declive avanzaba de forma alarmante.
En Lerín, la población es escasa y variable. La cantidad de ejemplares que yo, personalmente, he podido observar en los últimos tres o cuatro años es inferior a los observados en años anteriores. Espero que esto sea algo circunstancial y no presagie algo irreparable.
La avutarda es un ave enorme. Es el ave de mayor tamaño corporal del país y es el ave voladora más pesada del mundo.
El macho puede medir más de un metro, tener una envergadura alar de 2,4 metros y su peso puede alcanzar los 18 kilos, lo que coloca al macho de la avutarda en el mismo límite para que un ave pueda volar.
El tamaño de la hembra, aunque grande, es bastante más pequeño en comparación, unos 80 cm, con una envergadura alar de 1,8 m y ronda los 5 kg de peso.
La duración de vida de la avutarda varía entre 10 y 15 años. Los machos suelen vivir algo menos que las hembras. Enseguida comentaremos los motivos.
El plumaje de ambos sexos es parecido en algunas zonas del cuerpo, aunque los colores son algo más apagados en las hembras. En el dorso predominan los tonos pardos ligeramente rojizos y dorados, con un profuso barrado transversal. La cabeza y el cuello son de color gris en la hembra. El cuello del macho es gris azulado en la parte superior pero se va volviendo pardo rojizo al llegar al tronco, y en el pecho tiene una franja del mismo color pardo rojizo pero más fuerte y vivo. Los machos jóvenes son muy parecidos a las hembras pero a diferencia de ellas tienen en el cuello zonas pardo rojizas.
En ambos sexos, toda la zona ventral está recubierta por plumaje blanco. El dorso de las alas es muy similar al del dorso del cuerpo, es decir, con plumas pardo rojizas barradas con negro, pero con una franja blanca a lo largo. El extremo del plumaje de las alas es de color negro y forman una línea de este color en el extremo posterior de la superficie alar, tanto por la parte superior como por la inferior. El resto de la parte inferior del ala es completamente blanco.
Las patas son largas y sus pies grandes y fuertes.
No emiten cantos ni otro tipo de sonidos, únicamente, algunas veces, los machos emiten algún tipo de ruidos durante el cortejo y las hembras unos ligeros sonidos guturales para llamar a los pollos cuando son muy jóvenes.
La avutarda se desplaza con paso lento y parsimonioso, pero si es necesario puede llegar a correr a gran velocidad. Si se siente amenazada se impulsará y alzará el vuelo. Aunque al inicio puede parecer un vuelo lento y pesado, una vez en el aire se puede desplazarse a 80 kilómetros por hora sin perder su porte y elegancia. A no ser que sea necesario, no se aleja demasiado y pasado el peligro suele volver a sus zonas habituales.
Su habitat preferido son las estepas y grandes llanuras de cultivos de secano, en especial cereales, en las que se alternan zonas de vegetación natural.
A partir de enero, antes de comenzar la época de reproducción los machos mudan su plumaje por otro más llamativo que lucirán ante las hembras y ante los otros machos. En esta época desarrollan también una plumas largas y delgadas a modo de "bigotes". Por el tamaño y cantidad de estos bigotes se puede llegar a determinar la edad de los machos.
Durante esta época reproductora la coloración del pecho se vuelve más intensa y durante el cortejo hinchan de forma ostentosa un gran saco que poseen en el cuello. La parada nupcial es muy espectacular y se conoce como "la rueda".
En este periodo, entre abril y junio, los machos establecen su dominancia, además de mostrando su plumaje, con violentas luchas a golpes y picotazos.
La alimentación de la avutarda es omnívora y varía a lo largo del año. En invierno es principalmente vegetariana, pero en primavera y verano consumen, además, una buena cantidad de insectos.
Una curiosidad de la avutarda es que, según se comprobó en un estudio científico llevado a cabo hace unos años por el CSIC, acostumbra a incluir en su dieta unos escarabajos, popularmente conocidos como "aceiteras", que contienen un potente veneno. Esta sustancia, la cantaridina, puede resultar mortal para muchos animales, incluso para los humanos. De hecho, ya ha sido utilizada por el hombre desde hace muchísimos años, tanto como remedio para algunas afecciones de la piel como, directamente, como veneno.
Las avutardas comen estos animales pero no como alimento, sino como "medicina". Aunque ambos sexos los consumen, son especialmente los machos los que ingieren más cantidad y más grandes, sobre todo en la época de celo. En esta época, el enorme esfuerzo que realizan en las peleas por el acceso a aparearse los debilita enormemente y son más proclives a contraer infecciones y parásitos. De esta forma, con ese "veneno-medicamento" consiguen eliminar bacterias y parásitos que pueden provocar serias enfermedades gastrointestinales que, además, pueden transmitrse por vía sexual. Por ello, durante el cortejo, los machos suelen mostrar claramente su cloaca a la hembra. Como el plumaje en esta zona es completamente blanco, la hembra, antes de elegir con quién aparearse, puede inspeccionar minuciosamente el trasero de sus pretendientes para averiguar si lo tienen bien lustroso, así puede saber quién está sano, fuerte y no tiene enfermedades que pueda transmitirle durante la cópula.
La puesta suele ser de dos o tres huevos que incuba la hembra durante 21 a 28 días. No construyen nidos sino que aprovechan alguna oquedad del terreno. Los pollos, nada más nacer, ya tienen mucha movilidad y enseguida acompañan a su madre en sus paseos para alimentarse. Los jóvenes se desarrollan en 30-35 días, aunque suelen depender de la madre durante varios meses. Estos jóvenes alcanzarán la madurez sexual a los tres o cuatro años.
Cuando llega el otoño las avutardas se suelen separar, por un lado los machos y por otro las hembras.
El éxito de su reproducción es bastante bajo ya que en su primera fase de vida están muy expuestos a las inclemencias del tiempo y a la depredación. Además, con frecuencia coincide la cosecha del cereal con la época de incubación o con los pollos recien nacidos. Una vez adultas no tienen depredadores directos, pero son muy vulnerables a la acción del hombre. Son muy sensibles a las modificaciones de su habitat. Esto suele producir extinciones locales que luego es prácticamente imposible recuperar. Las molestias provocadas por personas o animales domésticos también pueden provocar el abandono de puestas y la pérdida de pollos. El uso excesivo de pesticidas y otros productos químicos, la falta de alimento, colisiones nocturnas con tendidos eléctricos y alambradas, predación por perros asilvestrados, incluso en algunas zonas la actuación de cazadores furtivos, son algunos de los motivos que siguen poniendo dificultades a que la conservación de esta maravillosa especie deje de estar "en la cuerda floja".
Finalmente, y a título personal, me gustaría comentar un par de cosillas especialmente dirgidas a quienes tras leer este pequeño reportaje sientan las ganas de ir al campo a verlas en su hábitat.
En primer lugar hay que saber que la avutarda es una de las aves más asustadizas y desconfiadas de Europa. No es de extrañar, sabiendo la persecución a la que ha sido sometida desde tiempo inmemorial y que la ha llevado hasta casi la extinción. Por otra parte tiene una vista y un oído magníficos, por lo que casi con completa seguridad, cuando consigáis verlas, ellas ya os habrán visto o sentido hace rato. Por ello, si os acercáis a menos de 500 metros es casi seguro que saldrán huyendo. De modo que la mejor forma de observarlas es desde muy lejos y con unos buenos prismáticos.
También es cierto que son más confiadas con los tractores y maquinarias agrícolas, ya que al verlos con frecuencia no les tienen tanto temor como si ven a un coche o una figura humana. De hecho, seguro que conoceréis a muchos agricultores que las han visto muy de cerca mientras realizan sus labores. Incluso, en algunas zonas de Castilla y Extremadura se organizan visitas guiadas y organizadas donde se pueden ver y fotografiar cómodamente desde tractores con remolque. Pero... ¡Ojo! No olvidemos que en esas zonas hay cientos, incluso miles de ejemplares, y no hay riesgo de que abandonen la zona. Sin embargo, un acoso excesivo a los escasísimos ejemplares que viven en Lerín puede suponer el abandono definitivo de la zona y la pérdida de la especie en nuestro pueblo para siempre.
Y esto puede ocurrir durante todo el año, pero hay mucho más peligro aún en primavera. En esta época, recordemos que las exhibiciones y continuas peleas entre los grandes machos suponen un gasto de energía enorme. No digamos nada sobre la energía que llegan a necesitar unas aves de más quince kilos para alzar el vuelo (ya hemos dicho antes que con ese peso están al límite de un ave para que pueda volar). Por eso, si se sienten acosadas y tienen que alzar el vuelo varias veces para huir, ese consumo excesivo de energía les puede llevar a la muerte. Ya hemos comentado al principio que la esperanza de vida del macho era inferior a la de la hembra y este es uno de los motivos.
Para acabar, creo oportuno indicar que las fotografías que ilustran este artículo están tomadas en el campo de Lerín hace unos pocos años, y en ninguna de ellas se realizó ninguna acción de "acoso" para conseguirlas. Algunas están tomadas desde muy lejos y otras en las que están un poco más cerca son fruto de algunos encuentros fortuitos e inesperados a una distancia menor mientras estaba recorriendo el campo lerinés (eso sí, como es habitual, con la cámara siempre preparada).
Artículo y fotografías: José York
Excelente y bien explicado artículo sobre estas escasas aves.
ResponderEliminarY que decir de las fotografías... Geniales.
Muchísimas gracias, Pedro!
EliminarDnhorabuena Jose !!! Muy interesante el rportaje sobre las avutardas, tan escasas y desconocidas ... y como siempre con fotografias preciosas. Felicidades.
ResponderEliminarMuchas gracias, Mamen!!!
EliminarPrecioso reportaje sobre las avutardas y unas fotos impresionantes. Saludos campeon.
ResponderEliminarMuchas gracias!!!
EliminarQue preciosidad de reportaje y unas fotos de lujo.
ResponderEliminarMuchas gracias!!!
EliminarExpectacular y preciso artículo y preciosas fotografías. Gracias, José York.
ResponderEliminarMe encanta casi todo de las avutardas!!!
Muchas gracias, Marcelino!
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