Hoy traemos al blog de Lerín es Capital un episodio ocurrido en Lerín hace ya unos... 260 años, que resulta interesante por varios motivos.
Por un lado, y teniendo en cuenta la trama de los sucesos, se podría calificar como un drama sentimental muy apropiado para guion de una película, una novela, una obra de teatro, o una serie televisiva. Por otro lado, es importante también porque, gracias al trabajo de investigación de Charo López, rescatamos del olvido a un nuevo personaje lerinés, Narcisa Pascual.
Además de esto, tanto el relato como las cartas que se transcriben proporcionan una información valiosa sobre la importancia que podían llegar a tener, en esos tiempos, los compromisos sentimentales adquiridos. También resulta sorprendente la determinación de esta mujer, teniendo en cuenta la época en la que sucedió el episodio que se relata.
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EL ORGULLO HERIDO DE NARCISA
(Charo López Oscoz)
Narcisa era una chica de Lerín nacida en el año 1740. Su padre, lerinés, se llamaba Joseph Pascual y Palacios, y su madre, Gregoria García Falces, esta natural de Oteiza de la Solana. La chica era buen partido pues su padre poseía el mayorazgo que había fundado allá por el siglo XVI el capitán Bernardo Lainez, pero la joven, a punto de cumplir los veinticuatro años, estaba todavía soltera, por lo que urgía casarla. Hacía poco que había llegado a vivir a Lerín un abogado pamplonés llamado Antonio Cuadrado, que hacía ya unos años había quedado viudo de una tal Ana María Muniain y de Azcárate (hija del secretario del Consejo Real), con la que había tenido una hija llamada también Ana María, pero que había fallecido igualmente.
Un día del mes de agosto del año 1764, el padre y los tíos de Narcisa fueron en visita de cortesía a ver al abogado. con objeto de tantear si podría ser buen partido para casar a Narcisa, como así lo consideraron; aspecto que también gustó al abogado. En reiteradas ocasiones manifestó, con el paso de los días, que también a él le interesaba casarse con Narcisa. Al principio ella se mantuvo un poco remisa, pero acabó rindiendo su voluntad por lo que se prometieron en matrimonio, iniciando una relación propia de una recatada pareja de novios de la época.
Pero ocurrió que el señor Cuadrado se tuvo que marchar de nuevo a Pamplona, prometiendo no obstante su firme intención de que nada ni nadie le impediría casarse con la joven lerinesa. Mientras su ausencia, ambos dos se intercambiaron frecuentes cartas de amor en las que hacían proyectos a futuro, y, sobre todo, para el día en que se habría de celebrar la boda.
Como la fecha del enlace tardaba en concretarse y el señor Cuadrado tampoco se presentaba por Lerín, Narcisa empezó a recibir presiones de la familia, que, impaciente, quería casarla del modo que fuera. Tanto es así que le presentaron un nuevo candidato. Ella, preocupada, le escribió rápidamente a su prometido poniéndolo en antecedentes. La carta decía lo siguiente:
«Querido Antonio:
Recibo la tuya con el gusto que puedes discurrir después de tanto tiempo, y celebro te mantengas con salud, pues en esta tuya no hay novedad, a Dios gracias.
No puedo menos de participarte la novedad que hay sobre mis acomodos, pues ayer martes me llamó mi aya, la monja, diciéndome le había dicho mi señor tío me llamase y me enseñase dos cartas que había tenido. La una de Don Vicente Lucin y otra de Don Francisco Martínez, diciéndole que resolviese el casarme con el sujeto que antes te dije. Y se han empeñado de tal modo estos dos que precisan a mi tío responda luego. Y porque yo me explique con más satisfación le han dado las cartas a la monja. Y la resolución de mi tío es el hacerlo al istante como yo responda, con que yo me he visto entre la espada y la pared y le he respondido que las cosas que se han de hacer para siempre que es menester mirarlas bien, y que dentro de ocho días les daré la respuesta.
Con que me ha parecido hacerte propio para que tú veas lo mejor, pues yo no sé qué hacerme, pues no me he atrevido a decirlo a nadie, porque no tenía tu licencia, pues don Gaspar es el primero que me dice que no me detenga, que no puede ser mejor convenencia. Pero nada le digo hasta ver tu resulución, pues agora estás a tiempo de dar a entender lo mucho que dices que mestimas. Pues, aunque no se puedan componer las cosas a el presente, puedes hablarle en confianza a mi tío o a quien te parezca mejor, pues yo no haré nada hasta ver lo que tú resuelves, pues estoy, como puedes considerar, sin saber qué hacerme ni poderme excusar de responder a lo que se me pregunta. Pero fío en ti que lo compondrás todo, aunque ya había hecho el ánimo a responderles que no me parecía bien el sujeto, pues otra cosa no podía alegar, porque por todos los lados es buena la conveniencia; pero ni aun esto me ha parecido acertado, pues mañana me pondrán en paraje de otra que sea pior y no podré replicarles.
En este supuesto espero haya determinación pues yo me hallo […]indecisa. En el ínteren ruego a el Señor te me guarde los años que he menester.
Tuya de corazón,
Narcisa».
Al señor Cuadrado entonces se le abrió el cielo, pues olvidando la palabra dada a Narcisa había encontrado mejor partido en Pamplona en una tal Francisca Navarro y Azcona, descendiente al parecer de la hidalga casa Navarro de Fustiñana, y pretendía casarse con ella dejando a Narcisa como suele decirse, compuesta y sin novio.
Así que, ni corto ni perezoso envió al padre de Narcisa una carta comunicándole que ya no se pensaba casar con ella. El padre entonces, acusando el agravio, le puso pleito ante los tribunales eclesiásticos por incumplimiento de promesa matrimonial. Como Cuadrado estaba acostumbrado a andar entre litigios disponía de muchos recursos y argucias, y alegó que las palabras que había dirigido a Narcisa fueron de regular cortejo, que la tenía afecto, pero que en ningún caso pretendía contraer matrimonio con ella. Todo quedaba pues en manos del tribunal. Pero con lo que no contaba Cuadrado era con que los tribunales eclesiásticos de la época acostumbraban a ser muy garantistas con las mujeres, y aunque no dictó sentencia hasta año y medio después (16 de enero de 1766), condenó a Cuadrado a cumplir la promesa de matrimonio dada a Narcisa.
Pero Narcisa entonces, en un alarde de dignidad, rechazó de plano casarse con aquel indecente novio que se había echado, manifestando: que su única intención llevándolo a juicio había sido «el hacer patente y dar a conocer la ninguna razón que ha tenido dicho Cuadrado en resistirse a cumplir la palabra que le tenía dada y la justicia que asistía a la otorgante para obligarle a su cumplimiento».
A Cuadrado la sentencia no le debió gustar, ya que le obligaba a pagar las costas, pero fue la decisión de Narcisa quien lo dejaba en evidencia. Pero parece que tampoco le debió de doler mucho al abogado, ya que, libre del compromiso con esta, dos meses más tarde se casaba con la tal Francisca Navarro.
Narcisa, por su parte, no tardó tampoco en “tomar estado”. Para el día de San Fermín de ese mismo año ya había contraído matrimonio en Lerín con el novio que sus “celestinos” le habían buscado, un tal Pedro Ramón de Vergara, natural de Cirauqui. Y con él se fue a vivir a Cirauqui. Para el año siguiente ya habían tenido una hija a la que pusieron por nombre Ramona Antonia Hipólita. Debió de quedarle a Narcisa algún rastro de aprecio por aquel abogado pamplonés al incluir su nombre entre los de su hija. Puede que en más de una ocasión se arrepintiera de haberlo rechazado pero, afortunadamente, pudo más su orgullo.
No obstante, todos iban a quedar contentos: la familia consiguió casar a Narcisa, ésta salvaguardó su dignidad y se dio el gusto de rechazar a su prometido al saber que le había engañado con otra; y el prometido, que no supo mantener la palabra dada, se consiguió casar también con la nueva novia que se había encontrado en Pamplona. Así que, todos contentos. De si fueron felices y comieron perdices nada se sabe. Dados los tiempos, es probable que sí.
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Artículo: Charo López Oscoz
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Fuentes:
-Archivo Diocesano de Pamplona (c. 2024, núm. 4, fol. 325r-325v)
-Familysearch.org
-navarra archivos
USANARIZ Jesús. "Universos discursivos e identidad femenina. élites y cultura popular (1600-1850)” (HAR2017-84615-P) Inclinaciones que «nacían de firme y verdadera voluntad»: Narcisa y el viudo Antonio
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