jueves, 20 de junio de 2024

WENCESLAO ALONSO

 Traemos hoy al blog de "LERÍN ES CAPITAL" a un personaje lerinés de gran relevancia en su época.

Seguro que a algunos os sonará este personaje, incluso, el artículo completo, ya que este apareció en el programa de fiestas de Lerín del pasado año, 2023, en una colaboración de su autora, Charo López Oscoz, en el mencionado programa.

De todos modos, hoy lo publicamos aquí, en el blog, para que entre a formar parte de nuestro archivo de personajes lerineses

Vamos pues con...

 

WENCESLAO ALONSO y el cuadro de Zuloaga

(Charo López Oscoz)

 

Del mismo modo que la figura del lingüista lerinés Amado Alonso alcanzó reconocida fama, la personalidad de Wenceslao, su padre, traspasó también las fronteras locales.

 

Wenceslao Alonso Velasco fue el más viejo requeté navarro. Teniente honorario de su unidad  su figura fue retratada por Ignacio Zuloaga, uno de los pintores más destacados de la generación del 98. Hijo de Cipriano Alonso Lorenz y Antonia Velasco y Vélez, nació en Lerín el 27 de septiembre de 1856. Ya de niño le inculcó su padre la ideología tradicionalista y al estallar la última de las guerras carlistas se alistó al bando jaimista uniéndose a la partida que comandaba Pablo Portillo, un miliciano carlista de la vecina Allo. La partida la componían cuarenta hombres a caballo y otros cuarenta a pie. El joven se incorporó a filas en Arellano junto con cuatro lerineses más. Su hermano Eugenio ya se había alistado antes y Ciriaco, otro de sus hermanos, cumplía por entonces el servicio militar en la unidad de música, siendo ascendido poco después a músico mayor.

 

Como en aquel tiempo ser carlista estaba penado y como Lerín fue ocupado por el ejército liberal, Cipriano Alonso tuvo que pagar una sanción de cinco duros por cada uno de los hijos que luchaban en las filas contrarias. Y, además, en 1874 y mientras el transcurso de la guerra, las personas de Lerín de esa ideología fueron expulsadas y confiscados sus bienes. Por este motivo Cipriano tuvo que salir con su familia de su casa y fijar residencia en Allo (poseían en este pueblo vecino algunas tierras). Como quedaban sin la economía suficiente para poder subsistir, se presentó un día ante el General Dorregaray reclamando a su hijo Wenceslao para que regresara al seno familiar y le ayudara con su trabajo.

 

Así es que el joven carlista se tuvo que volver a casa: “a mi me costó muchas lágrimas este cambio de situación, pues mi entusiasmo por la defensa de mi Dios, de mi Patria y de mi Rey no me permitía permanecer al margen de la lucha; pero los suspiros de mi pobre madre y los llantos de mis hermanitos hicieron que me tuviese que resignar con mi mala suerte”, dirá después el propio Wenceslao en un librito que redactó sobre su vida en 1940 y al que tituló: Una vida al servicio de España.

 

Acabada la guerra, la familia Alonso regresó a Lerín. Con veinte años, Wenceslao se casa en septiembre de 1876 con una joven lerinesa llamada Ángela Sánchez Larralde, hija de Anselmo y Águeda, con la que tuvo tres hijos, Ciriaco, María Dolores y Martín. Vivieron primero en una casa del edificio parroquial, para después pasar a la definitiva de la calle Mayor, esquina con la calle de Marcos. Tras unos años de matrimonio, fallece Ángela y él se vuelve a casar en 1885 con una joven de Arróniz llamada Clementa García Echeverría, hija de Tomás y Catalina, con la que tuvo cinco hijos más: Valentín, Felisa, Martina, Amado y José.  De entre todos ellos destacó especialmente Amado, que fue, como sabemos, un prestigioso y reconocido lingüista y crítico literario a nivel internacional.

 

Foto: Pamplona 1948, de izquierda a derecha Bill (hijo de Amado), Amado, Ciriaco, y Wenceslao Alonso; le sigue  el matrimonio Otegui de San Sebastián y Francisco Ibiricu.

 

Wenceslao fue un hombre inquieto, profesionalmente se dedicó a la compra venta de pieles de animales y durante muchos años gestionó la sucursal del Banco de Crédito Navarro en Lerín. Para ayudarse en esta tarea echaba mano de Clementa, su mujer, que colaboraba con él eficazmente. Su nombre aparece también en los documentos municipales del año 1887 como arrendador del negocio del hielo, explotando la nevera que se ubicaba a la altura del Paredón, bajando hacia El Sodillo, según descubrió recientemente el arqueólogo y escritor lerines José Luis Ona González. En 1897 Alonso consta censado como comerciante sabiendo leer y escribir. Durante años fue juez de paz y corresponsal del Diario de Navarra en Lerín.

Foto: Wenceslao Alonso, en el balcón de su casa (tras el caballero que hace el “espejo”), junto a otras personas en una tarde de vacas durante las fiestas patronales.

 

 Y para mayor abundamiento, fue también representante de la empresa logroñesa Marrodán y Rezola, dedicada a la fundición y fabricación de prensas destinadas principalmente a la industria vitivinícola.  El cartel publicitario de ese negocio lució en la fachada de su casa durante décadas. El letrero era de porcelana blanca con el enunciado en negro. Mantenía Wenceslao una buena amistad con los dueños, Marco Rezola y Consuelo Marrodán, a tal punto que mientras la guerra civil los acogió un tiempo en su casa. 

 

Y hasta él mismo, con sus más de ochenta años y a pesar de la resistencia que encontró para ser admitido, tomó parte en la última guerra civil en la sección de intendencia. Con su dotes de comerciante y al volante de una camioneta, recogía productos agrícolas (principalmente patatas) y otros víveres que obtenía de las fábricas conserveras y los repartía por cuarteles y centros hospitalarios y de beneficencia. Ello le valió una medalla. Con ella se hizo una fotografía en el año 1938 y se la envió a los hijos de Tirso Olazábal, conde de Arbeláiz, con el que había mantenido amistad. Este señor, que había fallecido en 1921, fue un destacado político carlista, diputado a Cortes en dos legislaturas y Senador  por el partido Comunión Católico Monárquica. Casado con Ramona Alvarez de Eulate, tuvo trece hijos. Wenceslao escribió en el reverso de la foto una dedicatoria para estos hijos del aristócrata.


Foto de Wenceslao y su reverso del año 1938

 

Debido a su popularidad, el marqués de Valde-Espina (Ignacio de Orbe y Vives de Cañamás), le compuso un poema que fechó en Lerín un 11 de noviembre de 1939, titulado, “A Wenceslao Alonso, el más viejo de los requetés navarros”. Además, y como apunta el propio marqués en una de sus estrofas, al anciano lerinés también le hicieron un retrato:

Y un conocido pintor,

queriendo cantar tu gloria,

en rasgos de gran color

ha sabido, con amor,

dejar tu efigie en la Historia.

 


Y es que, por su oficio y temperamento Wenceslao se relacionaba con facilidad. Mantenía buena amistad con los Zuloaga, no solo con el ceramista, sino también con su primo el pintor Ignacio Zuloaga (1870-1945) que le propuso que posara para él; el lerinés accedió y aquí nació la historia, casi leyenda, del retrato de Zuloaga dedicado al más viejo requeté navarro. El lienzo refleja a un anciano de aspecto frágil. Destaca, además de su inseparable boina roja calada a la cabeza, un extraño y amplio atuendo, entre abrigo y capa, que hace más notoria su enjuta fisonomía. Manos, orejas, y un huesudo mentón desvelan su ancianidad. De su rostro resalta la nariz torcida y arqueada consecuencia, según la familia, de una antigua herida producida al cortarse con una azuela. Al parecer utilizaron pólvora para su desinfección y el resultado fue más que notorio. Sobresale también en la pose su actitud pacífica, ajeno a lo que está ocurriendo tras él. Y es que a sus espaldas se está librando una batalla. Es la contienda civil que se muestra en toda su crudeza: trincheras, fuego y desolación. Un humo denso se eleva hacia el cielo hasta mudar en un tono parduzco e inquietante. Los soldados, atrincherados, cargan los cañones que escupen la metralla que provocará destrucción y muerte.

 

El retrato se expuso en el Pabellón de España de la Bienal de Venecia del año 1938, junto a otras obras de Zuloaga. Fue el comisario de la exposición Eugenio d´Ors y el conjunto ganó el premio internacional de la muestra. A partir de ese momento el lienzo de “el viejo requeté” cobró interés político. Será el embajador de España en Italia, Pedro García Conde, quien en nombre de Franco lo adquiera y se lo regale al conde y ministro de Asuntos Exteriores italiano, Galeazzo Ciano (yerno de Benito Mussolini), que se encontraba de visita en España. De este cuadro se sacó al parecer una fotografía que le entregaron a Wenceslao firmada por Ciano y el propio Zuloaga.  La historia de este político italiano acabó mal, trató de deponer años más tarde a su suegro y este lo mandó fusilar.

 

Pasado el tiempo, la familia Alonso anhelaba aquel cuadro y fueron muchos los pasos dados para tratar de localizarlo. La pintura tenía unas medidas destacadas: 1,82 por 1,37 centímetros. Joan Evans, nuera de Wenceslao y esposa de Amado Alonso, le escribió en primer término a la viuda de Ciano para interesarse por la obra. Ésta le envió una foto de la misma con una nota en la que decía “el anciano me acompaña y me sigue con la mirada”.

De aquella primera propietaria pasó a otras manos, también privadas, sin saberse nunca en cual de ellas se encontraba; aún así, la familia no se resignaba.

 

 Murió Wenceslao en 1955, unos meses antes de cumplir noventa y nueve años, al parecer a causa de una neumonía que contrajo al viajar a Madrid acompañando a una joven pareja para ayudarle a conseguir un apartamento. Sus restos reposan en el panteón familiar del cementerio de Lerín.

Ante las pocas esperanzas de localizar el dichoso cuadro, Marjorie Alonso, biznieta de Wenceslao y nieta a su vez de Amado Alonso, contactó con Dennis Liberty, un pintor norteamericano que le hizo una réplica exacta a escala 1:2. El encargo le llevó seis meses de trabajo. Marjorie contrató también sendas copias para enviarlas, una al museo Zuloaga y la otra a la familia de Lerín.

Desde entonces es el anciano requeté navarro quien acompaña y sigue con la mirada a su familia, como en su día hiciera con la viuda del conde Ciano.

 

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Artículo: Charo López Oscoz

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